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1345 21 Junio 2013

 

Política del espectáculo
Ernesto Hernández Norzagaray

Mazatlán.- Hubo una vez un tipo de campañas electorales donde los candidatos apostaban más que a su imagen mediática a su prestigio social, más al padrinazgo político o la imbatibilidad de su partido.

Ahora las cosas parecen haber cambiado con una mayor competitividad interpartidaria y muchos de los candidatos, sino es que todos ellos, apuestan más al marketing político que a sus apoyos. Es decir, ya sea que su partido, o ellos con sus recursos o los de sus apoyos extrapartidarios, contratan empresas dedicadas a buscar los puntos “buenos” para exaltarlos, y reducir aquellos que perjudican el producto que se quiere vender entre los potenciales “consumidores” de ofertas electorales.

Entonces, el diseño del perfil del candidato se vuelve un asunto prioritario, indispensable y así tenemos que hay candidatos “guapos”, “solidarios”, “trabajadores”, “honrados”, “virtuosos” o “populares” con una trayectoria de “honradez”, “esfuerzo”, “manos limpias” y no falta el político reincidente con el “yo sí cumplo”, sin necesidad de remitirse a las pruebas de rendimiento.

Y para ello están los pendones a cada paso o rodado, con frases persuasivas e imágenes de políticos satisfechos, sonrientes, cara amable y voluntad de servir.

Vestidos como cualquier paisano de a pie y con la mano extendida buscando estrechar fuerte las de los vecinos como una muestra patente de amistad, confianza y solidaridad. Dispuestos ayudar a los desvalidos. Al extraño. Son otros. Nada que ver con el funcionario distante, receloso y autoritario, con el que el ciudadano se encuentra casi siempre a diario, al final de la cola para el pago de un impuesto, el trámite de algún servicio o el registro de una denuncia de un asalto, despojo o agresión. La especialidad de la casa.

En efecto, después del banderazo al inicio de las campañas electorales sinaloenses, todas las vialidades están preñadas de nuevos retoños de plástico en plastas de colores vivaces, buscando sacudir el ojo del conductor o el transeúnte metido en su propio mundo. Y se muestra claramente, qué tipo de asesoría trae cada uno de los candidatos para seducir a los potenciales electores, y el grado de eficacia en los pronósticos de las encuestas demoscópicas.

Recordemos que el principio de toda publicidad, parte de que la media de los ciudadanos toma muchas de sus decisiones con base a la imagen del producto. Así, sea una mermelada, una camisa, una actriz o un político. El envoltorio luminoso vale. Y conforme a este principio se analizan las características físicas, morales, laborales, éticas, de origen y amistosas, para hacer un traje a la medida, vistoso, capaz de sacar al potencial elector de su ensimismamiento y ponerlo en movimiento. Volver a creer en la política.

La chica guapa

Irma Tirado conserva en su madurez mucha de la belleza que la convirtió en Miss Sinaloa en 1983, es reconocida por el traje típico que portó en la pasarela de esa noche de ensueño. Los años han hecho estragos, pero mantiene su donaire de mujer de carácter. Es quizá su principal capital en el momento de diseñar la publicidad con que se le presenta a un pueblo carnavalero y prodigo en reinas.

Hoy en cualquier kínder y hasta las universidades, las tienen cada año con toda fanfarria. Esa savia dulce corre por las venas de las jovencitas, y los padres frecuentemente las animan para ser distinguidas así sea con una corona de fantasía.

Ante esta circunstancia, la imagen sobria de Irma saliendo evanescente de los colores luminosos y refrescantes del PRI es la perfecta (que no olvidemos son los de la bandera nacional y que este partido se los apropio en un gesto de autoritarismo).

Pero más allá de eso, la candidata busca establecer puente con la mente de cada mazatleco o mazatleca con vocación monárquica. Sin embargo, ella no se agota, ahí como la vemos, cuando monta y camina un caballo brioso para llegar a la Feria Ganadera, ante el beneplácito de los anfitriones.

Es una buena imagen, sólo que desmerece con la que vemos en la foto. Una playera de partido la hace aparecer simple y llana. Cualquiera hubiera deseado verla como una mujer charra, de las que forman esas bellas escaramuzas y dan vestidura a las plazas de toros. Será que ahora juega otro papel, el de la política que busca el poder y donde la agenda puede llevar a contravenir la imagen sofisticada en los pendones, puentes y volantes.

No obstante, en ese vértice de ficción y realidad, el ciudadano de a pie mira esa imagen como objeto de deseo, y los estrategas de la publicidad esperan traducirla en los suficientes votos en la urna y lograr el soñado triunfo electoral. Como aquel de aquella noche de 1983.

El flaco solidario

¡Ya te toca Felton!, reza un pendón cargado por un minusválido, un pelotero o una joven entusiasta. En esa representación diversa, se busca que estén todos los que votan, de no ser así estarían hasta los niños con sus rostros sonrientes.

Que cada uno se identifique con los que tienen capacidades diferentes, los hombres y mujeres de la tercera edad o los jóvenes sin horizontes. Sorprende la ausencia de los colores de su partido, en un esfuerzo quizá de exorcizarse de los errores, o peor tantito, de las restas de este trienio del Diablo Higuera.

La ausencia de colores partidarios trasmite la idea de que no se tiene partido. ¿Un candidato ciudadano?

Quizá si, porque dirá que es parte de un gobierno ciudadano. Eso dice Malova, aunque las organizaciones ciudadanas digan una cosa distinta para desmentirlo.

Pero, qué importa, la memoria es flaca como el candidato de la Coalición “Unidos ganas tú”. ¿Quién recuerda ahora los apoyos que brindo en el Congreso del Estado para endeudar más a cada uno de los sinaloenses? No será la publicidad la que lo recuerde, sino para decir que pese a todo es un hombre satisfecho, capaz de ver para adelante.

Por eso ese ¡Ya te toca Felton!, suena a recriminación para quienes lo bloquearon en otras oportunidades. Ahora sí, ya verán, vamos con todo para llegar a la Presidencia Municipal.

Un Diablo triste

La imagen del Diablo Higuera, publicitariamente no puede ser más patética, pues ni llegó a una sonrisa franca. Como el rostro de la Mona Lisa, es una expresión indescifrable. No es de serenidad pues parece de congoja. No es de jovialidad sino de envejecimiento prematuro. No es de salud sino de enfermedad.

El sombrero no es como el del fotógrafo Luis Alonso Enamorado, que le da un aire caribeño, sino el de un hombre preocupado por su piel que sufre los estragos de una enfermedad. En definitiva, es la de un hombre que oscila entre permanecer y salir de la política, y que por momentos parece ganarle lo segundo.

Son muchos años con la carga de ganar elecciones, y mantener a flote su partido y sus propias alianzas personales. Sin embargo, nada es gratis, el tiempo cobra todos los desvelos, los corajes, las deslealtades y traiciones, los cambios de los humores públicos. Por eso el Diablo no se ríe como en otros tiempos, sino expresa preocupación por su futuro. Sabe que derrotado, al día siguiente se acabaron los halagos, las palmadas de espalda y la influencia política. Será tan llano como un campo de futbol de barrio. Habrá quienes quieran cobrar facturas, una de ellas, quizá la que cobraran muchos de las nuevas generaciones, que están hartos de su autoritarismo y conservadurismo.

No sé si tengan razón, pero eso que importa. Las elecciones se ganan con votos. O sea, que si quiere ganar, hay que empezar por cambiar esa imagen que parece hecha por uno de sus enemigos, y ha sido coloreada en las sombra de la noche.

 

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