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1345 21 Junio 2013

 

Medios sin fines
Claudio Tapia

Monterrey.- En la época de los paradigmas, en aquellos tiempos en que los idealistas creíamos en el poder transformador de las ideas, cuando dábamos por válidos ciertos objetivos benéficos para la humanidad –sigo en las mismas–, se llegó al extremo de afirmar que el fin, justificaba los medios.

Había que alcanzar los fines a como diera lugar, al precio de la vida misma. Con esa justificación, se cometieron verdaderos atentados contra la dignidad de quienes no compartían los ideales hegemónicos.

Hoy diríamos que lo sensato hubiera sido debatirlos.

Pero el escenario cambió por completo, y creo que para mal. Con eso de que todo es incierto o relativo, le hemos cantado la muerte a los paradigmas y a los ideales. Consecuentemente, el “progreso” de la humanidad se convirtió en un proceso automático desprovisto de finalidad alguna: la globalización, ciega, insensible, sin sentido. Ahora, los medios son los fines. Crecer por crecer. Dominar por dominar. Competir por competir.

No se trata ya de entender al mundo y servirse de él para el logro de ciertos objetivos, como la vida armónica, la emancipación y la felicidad humana –así nació la ciencia–, sino de lo que Heidegger denominó “el mundo de la técnica” en el que la preocupación por los fines desaparece para que lo único a considerar, sean los medios y su desarrollo.

La ciencia y su desarrollo surgieron como instrumento civilizatorio, pero en la era global, al degradarse a mera razón instrumental o técnica, perdió todo sentido. El proyecto de las luces provenientes de la razón fue devorado por el mundo de la competencia. El nuevo motor de la historia y de la evolución de la sociedad dejó de estar ligado a un proyecto, a un ideal, para convertirse en inútil resultado de la competencia misma.

La necesidad de estarse comparando, de ser más competitivos, de mejorar la productividad, de desarrollar tecnologías, de crecer económicamente, de aumentar el consumo, sostenidamente y sin límites, es el imperativo vital contemporáneo. Son, todas, necesidades carentes de metas, meros requerimientos desprovistos de cualquier propósito definido. Al grado de que ya nadie sabe a dónde nos conducirán estas pulsiones. Por primera vez en la historia de la vida, escribe Luc Ferry, una especie viva tiene la capacidad de destruir el planeta entero, y esa especie no tiene ni idea de a dónde va.

Por eso, me tiene sin cuidado si no crecimos económicamente, si perdimos puntos en la escala de productividad, si no somos competitivos, si no registramos suficientes patentes, si cayó el consumo, si somos atractivos para los capitales, si la bolsa y demás sandeces.

Me importa y mucho, que me hablen de fines concretos, definidos, medibles, y de si avanzamos o retrocedemos en alcanzarlos. 

 

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