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1353 3 Julio 2013

 

FRONTERA CRÓNICA
Prohibido tirar muertos en esta colonia
JRM Ávila

Monterrey.- Tu esposa está por llegar, así que sales para abrir el portón, y notas que hay varias vecinas cuchicheando en una de las casas de enfrente. Te llama la atención que no hablen en voz alta ni rían a carcajadas, como acostumbran. Hay una tira de color amarillo atada desde un poste hasta el señalamiento de baja velocidad.

La curiosidad te encamina hacia la esquina y alcanzas a ver policías, forenses, patrullas. Pero no te detienes a indagar. Prefieres regresar a la casa y llamar, para que tu esposa no llegue por donde siempre, sino por la calle del semáforo.

Cuando tu esposa se estaciona en la cochera, te da un beso apresurado y se dirige a grandes zancadas hacia donde se encuentran las vecinas. Entras a la casa, y buscas en radio y televisión noticias acerca de la avenida bloqueada, pero no encuentras información ni de tercera mano, por ninguna parte.

Tu esposa regresa diciendo que encontraron un muerto a la vuelta, adentro de una camioneta de doble cabina. El cadáver tiene la cabeza cubierta con una bolsa de plástico y las manos atadas al frente con cinta gris.

Una de las vecinas se asomó al vehículo, encontró el cadáver del hombre y denunció el hecho, por eso vinieron más tarde por ella y se la llevaron a declarar sin darle tiempo de cambiar su ropa por una más presentable.

La vecina denunciante y su esposo están preocupados. Van a convocar a junta para el domingo, pues quieren proponer que se cierre la colonia en que viven, “para que no vengan a tirar muertos aquí” (¿te imaginas el letrero: Prohibido tirar muertos en esta colonia?)

Tu esposa les advierte sobre la inconveniencia de cerrarla, construir una caseta, conseguir guardias, pagarles, pero es en vano. “¿Le gustaría que le dejaran un muerto enfrente de su casa?”, dice una de las vecinas convencidas, y la deja sin habla.

Por la tarde, mientras tú y ella se dirigen a ver una película, ven que han pintado una cruz con cal para marcar el sitio en que estaba estacionada la camioneta. Encima de la cruz, hay un botecito con flores que languidecen bajo el sol perro de estos rumbos –¿Bajo qué sol de Monterrey viviste, Alfonso Reyes?–

La ofrenda no dura mucho. Al regresar del cine, encuentran medio borrada la cruz de cal, las flores desperdigadas por el viento y el bote tirado en plena calle, atropellado por algún vehículo.

“Lo bueno es que el muerto no alcanzó a apestar”, dice tu esposa cuando llegan a la casa. Es cierto. Te pones a pensar que antes, frente a cualquier hedor, se decía: Huele a perro muerto.

Ahora, se tiene que decir: “huele a muerto”, “huele a muerta” o “huele a muerte”, según se juzgue más apropiado.

 

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