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1358 10 Julio 2013

 

Obama, financiando a los golpistas
Hugo L. del Río

Monterrey.- Egipto queda a media cuadra de la Macroplaza. Lo que pase allá nos va a afectar. Y vaya que están ocurriendo cosas. Washington no puede suspender la asistencia militar a Egipto –mil 300 de los mil 500 millones de dólares del paquete total–, pero tampoco la podrá seguir brindando si las circunstancias obligan al Presidente Barack Obama a admitir lo que el mundo entero sabe: a Mohammed Morsi lo defenestró un cuartelazo.

Las leyes de nuestros vecinos prohíben al gobierno poner ferretería militar en manos de generales o almirantes que se hayan encumbrado al poder vía la expedita, pero no siempre productiva fórmula del golpe de Estado. La opinión está dividida en EU: John McCain, senador republicano por Arizona con tremendo peso político, ya dijo que al golpe militar se le llama como lo que es y pidió que al estamento castrense egipcio no se le envíe ni un cartucho hábil calibre 22.

A su vez, el State Department quisiera borrar de todos los vocabularios la palabra putsch o sus equivalentes. Se le pide “contención” al Ejército egipcio –54 muertos y 450 heridos el lunes– al tiempo que se critica con cierta delicadeza la violencia de los Hermanos Musulmanes, vanguardia del movimiento antigolpista, y tercer cambio de chaqueta en cinco o seis meses, ahora fervientes defensores de Morsi.

La historia nos recuerda que a menudo la tragedia se convierte en farsa: Israel, enemigo de Egipto durante milenios, ahora le pide a Obama que no le suspenda el envío de materiales de guerra a la nación contra la que combatió en cuatro enfrentamientos bélicos. Los entorchados egipcios juran que lo de ellos no fue una solución de manu militari: se limitaron a interpretar y cumplir con la voluntad del pueblo. Y, según ellos, el lunes la tropa no hizo más que responder al fuego de los Hermanos Musulmanes y sus epígonos.

Morsi cayó por mezclar la religión con la política, pero su militancia musulmana ultraortodoxa fue mal vista hasta por la casa real wahabita –los wahabitas son, haga usted de cuenta, los cristeros que desorejaban maestros– de Arabia Saudí. Los Emiratos Árabes Unidos prometieron mil millones de dólares en préstamos al nuevo Presidente Mansur, y los sauditas, otros dos millardos. Pero el dinero no compensa la torpeza política.

Mansur y quienes lo manipulan querían que el Nobel de Paz Mohammed el-Baradei fuera primer ministro: el partido ultra El Nour dijo que no después que se hizo el anuncio. Luego Mansur postula a Hazem el-Beblawy: otra vez nones. Ahora veremos si los fanáticos aceptan a Ziad Baha al-Din.

¿Hay peligro de guerra civil? A nadie le conviene, pero en este país donde la mitad de los 84 millones de habitantes vive con dos o tres dólares al día, las pasiones están encendidas. General que no es buen político es mal general.

Es ominosa la advertencia de Safwat Hegazi, vocero oficioso de los Hermanos Musulmanes: “Pronto veremos muchos más muertos”.

Pie de página

Plácido Domingo está hospitalizado en Madrid. Sufrió una embolia pulmonar, pero los médicos aseguran que está fuera de peligro. Mexicano y español, en este gran tenor se corresponde la belleza viril de su canto con la calidad humana. No olvidamos su solidaridad moral y material, que fluyó –dice Quevedo– tan rápida como la sangre a la herida cuando el macrosismo del 85.

 

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