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1399 5 Septiembre 2013

 

Carromatos del infierno
Hugo L. del Río

Monterrey.- Algunos buseros me lo confirman: la inmensa mayoría de los camiones urbanos y suburbanos no tienen muelles. Por ello, el pasaje, aunque vaya sentado, tiene que agarrarse con manos y pies, uñas y dientes, de donde pueda para no caer. Los que van de pie, bueno, serían malabaristas en el mejor circo del mundo.

Es un triste espectáculo ver a señoras con dos o tres niños y las bolsas del mandado tratando de que ni ellas ni los peques caigan al suelo. Viajar en una de estas unidades es tener garantizado un masaje profesional de huesos y dientes. Ay de aquellos que usan dentadura postiza.

Los choferes no son responsables de esta anomalía. Muchos de ellos son atentos, algunos hasta dan los buenos días y de buena gana orientan al usuario. Pero aún estos conductores amables gustan de manejar con el ritmo tropical de arrancón y freno aplicados lo más bruscamente posible. Y en ocasiones ponen en marcha el cajón con motor cuando el hijo del hombre no termina de bajar.

Nunca han sido buenas las relaciones entre los pasajeros y los aurigas. Los concesionarios se encargan de ello. Tenemos que hacer un esfuerzo para que los choferes entiendan que no somos enemigos. Es cierto: ellos desempeñan una faena enajenante. Manejan y cobran, esto con las delicias de nuestro clima y en el desmadre vial que sufrimos.

Claro que la cúpula del Sistema, los automovilistas, la burocracia de la AET, así como el almirante y su Estado Mayor viven en otra galaxia. No nos entienden. ¿Cómo nos van a escuchar si no se suben a estos surrealistas carromatos? Y pensar que estos dueños de las líneas, en contubernio con el gobierno, nos cobran diez pesos, la tarifa más alta de México. ¿Y qué hacen la AET y los tránsitos? Cobran sus mordidas y aceptan la quincena como caja chica.

Algunos manejadores de estos dizque autobuses con una mano en el volante y la otra libre fuman, comen, beben sodas, hablan por el celular. Son pocos, pero los hay. Por lo demás, casi todos dejan subir a cancioneros, vendedores de chucherías y pordioseros. Muestran buen corazón, pero no la jodan, ya de por sí nos sentimos en uno de los círculos de Dante sin necesidad de que estos agregados bloqueen los pasillos.

Don Vic, el de la AET, es una suerte de convidado de piedra. Supongo que llega puntual a su oficina y no sale a la calle, pues tiempo le ha de faltar para la grilla. Y qué decir de las majaderías que nos dirige a los acarreados para el camionaje el tal Daniel Torres, cetemista tenía que ser, presidente de la Comisión de Transporte del Congreso local.

Claro, ni Rodrigo ni Sor Margarita ni la alcaldada respaldarán esta propuesta, pero pienso que, como el Metro, el estado y los municipios conurbados deberían administrar el servicio de buses. No lo harían peor que los dueños de las líneas.

 

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