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1403 11 Septiembre 2013

 

Mi Colegio Civil
Luis Lauro Garza

Monterrey.- En mi época de estudiante, las clases se iniciaban tanto en la primaria como en la universidad el día 2 de septiembre. No sé por qué, pero esa era la fecha escogida, acaso por ser el primer día hábil del mes después del informe presidencial.  

Recién desempacado de mi Camargo secundario, llegué a Colegio Civil en 1973 para emprender mis estudios preparatorios. La Prepa 1 se ubicaba apenas a dos cuadras de mi casa de asistencia, nutrido y familiar albergue, animado a su vez por la presencia de casi una veintena de camarguenses, atraídos también por la oferta educativa de la capital industrial.  

La primera semana todo fue puro bullicio, ubicación de salones, búsqueda de bibliografía y ambientación al escenario de excepción: edificio majestuoso, pintarrajeado por fuera y por dentro con consignas revolucionarias y exigencias de ocasión; salones con puertas de madera destruidas; clima de intranquilidad y zozobra visible en el talante de maestros y estudiantes expectantes.  

Esa frágil normalidad se volvió vacío la segunda semana de clases: el 11 de septiembre fue asesinado el presidente chileno Salvador Allende (la esperanza latinoamericana del socialismo por la vía electoral; quien meses atrás había pronunciado un discurso en el Paraninfo de la Universidad de Guadalajara, donde había resaltado la importancia del estudio en la formación del revolucionario); en solidaridad con su deceso, el comité de lucha de la Prepa decretó una semana de luto en su memoria (paro de labores). Ajeno a la dimensión del acontecimiento, regresé a mi pueblo en plan de asueto.  

Pero una semana después ocurrió otro hecho trepidante: el 17 de septiembre cayó abatido por un comando guerrillero el industrial regiomontano Eugenio Garza Sada (el caudillo de los empresarios locales y mesías espiritual del imaginario potentado-emprendedor-paternalista-redistribuidor equitativo de la dupla capital-trabajo); y ahora fue la dirección de la escuela quien decretó otra semana de luto por ello.  
Igual regresé de nuevo a mi terruño, pero entonces sí mis padres comenzaron a preocuparse y preguntarse si seguiría “perdiendo el tiempo” en esta escuela perteneciente a la reconocida Uanl, pero que al parecer atravesaba por un momento “conflictivo”.

 

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