Suscribete
 
1405 13 Septiembre 2013

 

Jirones de piel en la alambrada
Hugo L. del Río

Monterrey.- Hay tradiciones que echan raíces en el corazón de los mexicanos. Una de las más importantes es el Grito en la noche del 15 de septiembre. Durante unos segundos mágicos, la emoción nos une a los mexicas. Ya sabemos que, por lo general, el Presidente que tañe la campana y vitorea a México y a nuestros héroes es un personaje no muy presentable.

La crónica de nuestros días nos recuerda que al terminar el sexenio se acaban el poder y la magia de quien gobernó a la República durante seis años. Y empiezan a acumularse los datos duros o los chismes (para el caso son lo mismo) de asesinatos políticos y disidentes desaparecidos o en prisión; de millones y millones de dólares mal habidos, de concesiones nada patrióticas ya no al imperialismo yanqui (QEPD) sino a su sucesor, el cártel de la globalización. Todo eso lo hemos vivido, administración tras administración.

Sin embargo, la efemérides nos llena de una sana, infantil exaltación. Al día siguiente, vemos el desfile militar con los ojos abiertos como platos. Los hombres –salvo los cínicos– somos niños, y la parada de la tropa nos recuerda a los soldaditos de plomo, lámina o cartón (que de todo hubo) con los que jugamos en años de inocencia.

Septiembre es el Mes de la Patria: la arenga de don Miguel Hidalgo en el atrio del templo de Dolores, los cadetes de Chapultepec (entre ellos Miguel Miramón y su amigo de toda la vida, Leandro Valle, del partido de la Reforma) aunque tengamos en el olvido al heroico sacrificio del Batallón de San Blas y los irlandeses del Batallón San Patricio. 

La Patria nos seduce durante ocho, nueve días. Luego la dura realidad nos vuelve a golpear. Pero los días de festejo y recuerdo nos animan a seguir en la brega: las crisis también pasarán. Siempre terminamos ganando, aunque dejemos jirones de piel en la alambrada. Es triste y duele pensar que es ajena a nuestra voluntad la decisión de festejar o no los usos y costumbres que vivimos desde niños.

Son días de magia y sueños: nadie tiene derecho a dejarnos sin ellos. El carillón de Dolores Hidalgo no repica con el vigor de la campana del Palacio Nacional.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com