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1415 27 Septiembre 2013

 

Política y razón
Samuel Schmidt

Ciudad de México.- Como nunca, en la mesa en la que uno se sienta escucha todo tipo de análisis sobre las reformas que está emprendiendo el PRI con alianzas con el PAN y la derecha del PRD, lo que no está mal dada la expectativa de impacto sistémico que tendrán estas.

Independientemente de que este tipo de discusión indica el despertar societario, parece convertirse en la competencia entre argumentos que tienen en común la carencia de información; por otra parte está la manipulación de variables por parte del gobierno, para tratar de presentar como falacias las opiniones en contra.

Encontramos con frecuencia el planteamiento racional sobre lo inconveniente de algunas de las reformas frente a posturas de aprobación porque tienen los votos, no la razón. Destacan las confrontaciones sobre la hacendaria y la energética, donde uno termina por conceder que hay planteamientos de un peso racional rotundo y que sin embargo, su equivocación consiste en que el gobierno no está buscando explicaciones  sino correlaciones de fuerzas para lograr la aprobación. Es un diálogo de sordos.

Un diputado panista me explica que la imposición del IVA a las importaciones y a las rentas puede propiciar un golpe rotundo a la industria de ensamblaje conocida como maquiladora. Yo soy de los que opinan que el país desperdició esa entrada de empresas para lograr un modelo de desarrollo autóctono, después de 50 años solamente incorporan el 2 por ciento de insumos nacionales, pero emplean a 2.5 millones de personas entre directos e indirectos; alrededor de ellas se sostiene la economía de varias ciudades fronterizas y algunas alejadas de la frontera, y mantienen una macroeconomía robusta.

Solamente por las exportaciones de estas empresas se logra algo de equilibro en la cuenta corriente. Nos volvimos rehenes de la miopía al no saber aprovechar un giro importante en la economía mundial. Hoy tratar de gravarlas solamente porque hay dinero, puede arriesgar un equilibrio precario.

El diputado va más allá. Considera que si se aplican esos impuestos,  alrededor del 50 por ciento de esas empresas abandonarán el país y con eso se cae la economía fronteriza, lo que puede revivir lo peor de la ola de violencia que todavía no termina de pasar.

Tal y como están las cosas las maquilas ya se están yendo, algunas a Estados Unidos, y no me quiero imaginar si algún emprendedor de Denver hace un tour de maquiladoras y les ofrece estímulos fiscales para que se vuelvan. Si los asiste el gobierno federal de Estados Unidos para revivir a esa ciudad, el boquete que le harán a México será inmenso.

México ya no es un paraíso para las inversiones extranjeras, la competencia ha surgido en muchos lugares del mundo y las empresas andan en busca de seguridad y altas ganancias, preocupándoles muy poco el folklore que es algo que México ofrece en altas cantidades, al igual que corrupción, baja competitividad y mucha ineficiencia gubernamental.

Este análisis es muy elemental, no se requiere de estudios avanzados de economía, y cualquiera responde. ¿Qué el gobierno no se da cuenta de esto?

Los tecnócratas del gobierno conocen estas variables económicas mejor que yo, luego entonces, o no se quieren dar cuenta de la consecuencia negativa que tendrá esta decisión, son los suficientemente estúpidos para no querer darse cuenta, o bien, se dan cuenta pero no aceptan las consecuencias previsibles.

Es correcto que el gobierno se preocupe por incrementar los recursos que necesita, pero nunca debe ser oneroso para la sociedad. Nada justifica tomar una decisión cuyo costo se calcula con consecuencias negativas, por ejemplo, que acarrea tendencias recesivas. Así encontramos que aunque presentimos un futuro problemático, estamos lejos de poder determinar con precisión el daño que causara.

Un análisis similar se escucha sobre lo poco pertinente que es tratar de empujar tantas reformas al mismo tiempo, especialmente, cuya recepción es inadecuada. Las primeras dos, la educativa y la hacendaria, han introducido un clima de crispación que tiene furiosa a la clase media, que ve una afectación ineludible.

La reforma energética enfrenta un potencial de protesta muy elevado que saldrá de la enfurecida clase media. El gobierno no quiere aceptar que el grueso de la sociedad rechaza sus intenciones privatizadoras del petróleo.

México es un país caracterizado por la suspicacia, todos estamos seguros que algo se oculta y que alguien se aprovechará para meter las manos en los bienes públicos ante cualquier evento.

El cuadro se complica porque además del daño social que ya se anuncia, tenemos la sospecha de que alguien se llevará lo que es de todos y una vez más, el bien social se privatizará para beneficio de unos cuantos.

 

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