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1423 9 Octubre 2013

 

FRONTERA CRÓNICA
El Obituario de Caracol
JRM Ávila

Monterrey.- Tanto en El Barrio Antiguo como en La Razón, periódicos de Monterrey, Nuevo León, aparece una columna que se titula “Obituario”, cuya autora es Caracol Colunga, y desde la primera vez que la leí, me trajo a la memoria un compañero de trabajo que se llamaba (espero que se siga llamando) Sergio.

Este compañero amanecía, literalmente, con el periódico desplegado, no para enterarse de acontecimientos sociales, políticos o económicos; ni siquiera para ocuparse de la nota roja ni de las secciones de modas o deportes (tan del gusto popular en la región que habitamos). Lo que a él iluminaba el inicio de día, era enterarse de qué personas acababan de fallecer.

Desde que supe que tenía esa costumbre, lo imaginaba tachando en una enorme lista a la gente (amiga, enemiga) que “se le adelantaba”. Nunca supe, aunque se lo pregunté, el porqué de su afición. Tuve que suponer que le resultaba un alivio ver que sus condiciones de vida no eran tan difíciles y que cualquier situación era mejor que la de amanecer muerto.

Ignoro si se alegraba de ir quedándose poco a poco sin enemigos o si se gloriaba de no ocupar el lugar de sus amigos. Tampoco sé si era asiduo a velatorios, misas de cuerpo presente, entierros, crematorios; o si su interés se reducía a mantenerse al tanto de las muertes más cercanas a él.

Al acordarme de todo aquello, tras leer aquel primer texto que encontré de Caracol Colunga, me pregunté si el interés de ella no sería parecido al de Sergio. Pero no tardé mucho en darme cuenta de que este Obituario se dedica exclusivamente a recordar muertos notables, muertos cuya vida estuvo dedicada a lograr algo trascendente, sin importar que hayan sido o no famosos.

Por eso es que en esta columna se encuentran textos sobre Álvaro Mutis, Dardo Aguirre, Ricardo Elizondo, Rubén Lara, Higinia Gámez, Bertha Muñoz, Elías Márquez, cuyos nombres a veces nos dicen mucho pero en otras ocasiones no nos suenan tanto.

El caso es que hay dos  condiciones o requisitos que debe cumplir una persona si anhela aparecer en este Obituario: haber hecho algo notable en la vida y, la más temible, haber muerto.

Cualquiera puede intentar hacer de la mejor manera cada cosa que emprenda, aunque nadie se entere.

Ese requisito es pan comido, pero el segundo, el de haber muerto, quién sabe si alguien lo quiera cumplir. Supongo que es mejor no aparecer en la columna que estar muerto.

Aunque viéndolo por el lado positivo, si alguna vez llegas a aparecer en el Obituario de Caracol Colunga, ni tiempo tendrás de leerlo.

De cualquier manera, como diría Alfredo Gracia Vicente: “Cuando yo muera, no quiero estar ahí”. Me conformo con que la autora me cite alguna vez en su columna y hasta me nombre escritor.

Saludos cordiales, pero de lejos, por ahora, amiga Caracol.

 

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