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1437 29 Octubre 2013

 

Llegada del narcoestado
Hugo L. del Río

Monterrey.- Hipólito Mora, de 58 años, es el jefe de las autodefensas de La Ruana, Michoacán. A tiro limpio sacó de la comunidad a “los templarios”, pero ahora el profesor Servando Gómez Martínez, alias la tuta, jefe de otro cártel, “la familia”, ofrece dos millones de pesos por la cabeza de Hipólito, quien con sus fusileros voluntarios les cierra el paso.

En revancha, los templarios, quienes tienen retenes para controlar las entradas y salidas a Apatzingán, no dejan entrar a los vecinos de La Ruana. Nomás ayer hubo cuatro baleados en Ciudad Lázaro Cárdenas, se confirmó (la autoridad ocultó la información) que en días pasados amanecieron colgados dos hombres en Buenavista Tomatlán; finalmente, en Turicato resultaron heridos un militar y dos sicarios en un tiroteo.

Es terrorismo, coinciden la panista Cocoa Calderón (hermana del que les platiqué) y Osvaldo Fernández, mandamás del PRI estatal. Los taxistas morelenses no los contradicen: cerraron el centro con sus autos en demanda de garantías: se han convertido en uno de los objetivos predilectos de los malos.

A finales de semana fueron atacadas las estaciones y subestaciones de la CFE en Hidalgo, Apatzingán, Sahuayo, Zacapú, Morelia, Tuxpan, Uruapan, La Piedad, Zamora, Jacoma, Álvaro Obregón, Maravatío, Zitácuaro, Tarímbaro, las ya citadas Buenavista Tomatlán y Tecalcatepec, así como Aguililla. Para cerrar la jornada, los sayones incendiaron seis gasolinerías.

Naturalmente, el gobierno del estado y la PGR van a investigar y estrecharán todavía más su coordinación. Parece que es el único discurso que manejan: eso sí, se lo saben de memoria. El terror, provenga  del crimen organizado o de ciertos grupos, abre las puertas a algo que es todavía peor: el terrorismo de Estado.

La cúpula política tiene pretextos de sobra para dar satisfacción a los mexicanos que piden a gritos la suspensión de garantías, el estado de sitio, la ley marcial, la censura de Prensa, la prohibición de reuniones de más de tres personas en la vía pública y la implantación de la pena de muerte: como si nuestros policías y jueces fueran ya no infalibles, sino incorruptibles.

Recordemos la reacción de Bush Jr. después de las Torres Gemelas y el Pentágono. Una de sus atrocidades, y no la mayor, consistió en tener presos, por años, a sospechosos a quienes no sólo se les negaba el derecho de tener un abogado defensor, sino que ni siquiera se les informaba porqué estaban en prisión, sujetos a torturas, además.

En México, el gobierno sabe que el deterioro de la economía, la degradación de servicios básicos, la inflación, el encarecimiento y los salarios miserables provocarán, sin duda, protestas y manifestaciones. Y el Estado mexicano es alérgico a la disidencia. Si, en efecto, son los capos quienes ordenaron estos atentados en Michoacán (habían apostado francotiradores en la torre del templo católico de Tepalcatepec y arrojaron granadas de mano contra los habitantes), ello confirma que los cárteles son los que mandan en Michoacán, como ya lo hacen en Tamaulipas. Y todo esto hace quedar mal al aparato de seguridad nacional.

Hace dos mil 500 años, Sun Tzu escribió: “el que ha perdido la iniciativa es derrotado por regla general; el que la conserva gana habitualmente”.

¿Qué significa todo esto? Que estamos a medio paso de convertirnos en un narcoestado represivo.

 

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