Suscribete
 
1457 26 Noviembre 2013

 

Un desaparecido llamado Octavio Paz
Ernesto Hernández Norzagaray

Mazatlán.- La noticia de la suspensión del Premio Internacional Carlos Fuentes que otorga el gobierno mexicano, corrió en las redes sociales hasta transformarse en un torrente de voces señalando al presidente Peña Nieto como el que está detrás de la noticia que daba Rafael Tovar y de Teresa (presidente de Conaculta) a los periodistas de la fuente. 

Los observadores y analistas políticos inmediatamente lo asociaron al dicho del hoy extinto autor de En esto creo y Aura. Recordaban aquel pronunciamiento político de que México no podía ser gobernado desde la ignorancia, refiriéndose a la incapacidad de Peña Nieto para identificar uno de sus libros y mencionar tres obras literarias que habrían marcado su vida. Luego se emitiría un boletín de Conaculta donde señala que la verdad era otra, que el premio se otorgaría cada dos años. Vino el silencio. Había prevalecido la información sobre la desinformación.

En Sinaloa, desapareció el Premio de ensayo político Octavio Paz, que otorgaba anualmente el Consejo Estatal Electoral. 2011 fue el último año que se entregó. La suspensión se dio sin explicación alguna y hasta donde sé, sin que ningún periodista la solicitara. Simplemente ya no apareció la convocatoria, aún cuando debió estar presupuestada. De seguro, el dinero terminó en una reasignación para gasto corriente.

La desaparición del premio Octavio Paz no es ninguna metáfora sobre el estado que guarda la crítica en el estado. Podría ser un buen motivo contra esa tendencia que tenemos hombres y mujeres de la cultura, de lucirnos con reconocimientos, cuando en la práctica podemos estar lejos, muy lejos del bien.

Ya sabemos que el Premio Nobel de Literatura (1990) murió en el DF en 1998 y que sus restos se descansan en esa ciudad donde cultivó la poesía, la reflexión estética y filosófica, y asumió posturas políticas que son un legado para la cultura política universal.

También sabemos que su nombre lo llevan con honor en muchos lugares, para cubrirse de la gloria de este gran mexicano de letras. Lo han adoptado bibliotecas, librerías, escuelas, aulas, auditorios, galerías y consejos ciudadanos en sus premios, y de vez en vez, su nombre y obra aparece en coloquios, seminarios, cursos o revistas que le rinden pleitesía por ese afán por la duda crítica de este intelectual excepcional, quien durante mucho tiempo fue un referente obligado de la crítica al llamado “Ogro filantrópico”  como contra toda forma de autoritarismo. Paz sigue siendo necesario ante un mundo plagado de simulaciones.

Mea culpa
Lo recuerdo porque en alguna forma me siento culpable de la desaparición en Sinaloa del autor de Libertad bajo Palabra o esa reflexión profunda que encontramos en Tiempo Nublado, pues coincide con el resultado del  7° Certamen Estatal de Ensayo Político, “Octavio Paz”.

En el verano de 2011, tuve la osadía de participar en él, y luego la fortuna de haber sido elegido primer lugar por tres distinguidos académicos de la ciencia política y el  derecho, como son los doctores Lorenzo Córdova Vianello, Pedro Salazar Ugarte y Miguel Carbonell, quienes valoraron positivamente un texto quizá políticamente poco correcto sobre los efectos que tiene la violencia criminal en los comicios estatales, pero sobre todo la necesidad de entenderlos más allá de los géneros periodísticos o literarios. Es decir, verlos cómo un problema digno de estudiar desde la ciencia política o la sociología.

Se decía en ese tiempo del calderonismo, que la violencia criminal no impactaba las elecciones. Se buscó minimizar como muchas otras cosas en nuestro país. Dijeron que correspondía a dos lógicas distintas y qué las arenas no se cruzan. Falso. Es una cuestión que al menos debería discutirse como lo hicimos en los congresos internacionales de SOMEE y ALACIP, donde escuchamos experiencias de distintos estados de la república, lo que respondía y responde a una necesidad científica.

El ensayo ganador nunca fue publicado contraviniendo la convocatoria que expresamente señala que el texto reconocido sería “publicado y difundido en universidades, ferias de libros y bibliotecas de todo el estado”. Alguna vez pregunte al responsable editorial y  me dijo que en breve me mandarían las galeras, han transcurrido dos años de entonces.

No quiero decir que el certamen desaparece por ese texto, sino solo que tiene una fecha de caducidad que es coincidente. Ese es el motivo de este texto que busca llamar la atención sobre este desaparecido que curiosamente ocurre con el concurso de varios de los que lo crearon. Ahí está, para no mencionar a otros, Rigoberto Ocampo quien como Presidente del CEE fue el principal promotor del certamen y hoy como consejero guarda silencio.

Razones del Premio
Pasó sin más el año 2012 que debió organizar al anterior CEE, y ahora estamos con un nuevo consejo, y no aparecido la convocatoria para el 8° certamen del ensayo político. Un premio que de acuerdo a las razones registradas en la web del CEE era “conocido y esperado por su público objetivo, es generador de ideas y reflexiones de los sinaloenses”, y sobre todo buscaba responder a una necesidad porque “existe poco material bibliográfico sobre temas político electorales y el CEE tiene el compromiso de aportar o generar contenidos para promocionar el conocimiento de estos temas”. 

Agrega además el CEE en otro párrafo: “Los ganadores en los distintos años que se ha llevado a cabo este certamen, han sido alumnos y catedráticos de universidades del estado, jóvenes empresarios, asesores de figuras políticas del estado, investigadores, especialistas en estudios electorales y sociales”.

En definitiva, concluye con un incentivo a la reflexión política: “Se considera que uno de los atractivos de este certamen, es que se editan los trabajos de los ganadores y las menciones honoríficas, además, dicho material se presenta en universidades, ferias de libro y bibliotecas de todo el estado”.

Entonces, ¿en qué quedamos?
Sorprende además la desaparición del premio, cuando la política mexicana ha ganado espesura por la alta competitividad que tienen los comicios y el rol protagónico que están teniendo los tribunales electorales en la resolución de los conflictos poselectorales. Hay una emergencia de movimientos ciudadanos y sociales. Lo acabamos de ver en Sinaloa, donde algunas contiendas municipales llegaron al límite de los tiempos procesales, y esto determinó ganadores y perdedores.

Más todavía, cuando como resultado de los comicios federales de 2012 se firmó el  Pacto por México, donde se está cocinando lo que puede ser una gran reforma electoral. Esto es, si cristalizan sus ejes fundamentales (desaparición de los organismos electorales y creación del INE, la segunda vuelta, la reelección, etc.) que de ocurrir estaríamos en la antesala de un cambio significativo que procesaría más ágilmente los procesos electorales y reduciría sensiblemente los conflictos poselectorales toda vez que veríamos cómo las coaliciones electorales podrían transformarse en coaliciones de gobierno.

Generaría, claro, nuevos problemas pero cómo imaginarse la competencia por los votos sin controversias entre partes interesadas en alcanzar o conservar el poder. Imposible.
 
El conflicto es intrínseco a la política y la única posibilidad que existe es su regulación a través de mejores mecanismos para administrarlo, como también, generar mayorías estables que garanticen gobernabilidad y estabilidad política.

La experiencia de otros diseños electorales da la pauta para la reflexión política y la búsqueda de adecuar experiencias a las necesidades de la política mexicana. Y, creo, que de eso hemos aprendido para saber lo que trasmina nuestro entramado institucional tanto en los modelos de representación, como en los de generación de mayorías o la formación de gobiernos.

Entonces, tomar el pulso de la coyuntura ha sido el motivo que ha guiado el quehacer de los premios que estimulan los institutos electorales, entre ellos acusadamente el Francisco I. Madero que otorga el IFE o el mismo Octavio Paz que entregaba el CEE.

La desaparición del certamen de ensayo político Octavio Paz es una cancelación que puede parecer pueril pero sus efectos son de consideración pública y política. Muestra de ser, el talante de los llamados servidores públicos que lamentablemente se conducen lejos del decoro y con una visión patrimonialista.

Ellos deciden cuándo y cómo, sin considerar para nada la relevancia de estos premios que más allá de estimular egos sirven para demostrar que con todo y lo penoso que resultan muchos funcionarios públicos, la reflexión con o sin premio seguirá, porque ésta responde a una necesidad incesante de interpretar la realidad y contribuir modestamente a la transformación de conciencias.

No obstante, a dos años de la desaparición de Paz en Sinaloa, esperemos que los consejeros aprendan de la aclaración de Conaculta sobre el Premio Carlos Fuentes, y den una explicación de ese Paz que no debe estar muy contento con ser material de utilería y grandes discursos sobre la democracia.

A Paz y Fuentes se les cultiva, con la reivindicación de sus ideas e ideales. 

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com