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1457 26 Noviembre 2013

 

Soñar y filosofar para actuar
Claudio Tapia Salinas

Monterrey.- “Siempre necesitaremos la política para transformar la sociedad y la filosofía para transformarnos a nosotros mismos”, nos dice Comte-Sponville. A juzgar por los resultados, no hemos sabido utilizar adecuadamente esos nobles instrumentos de transformación.

Nos negamos a admitir que el llamado “progreso” en el que el mercado se convierte en fin supremo, en el que todo es espectáculo, en el que somos simples consumidores, fracasó; que la desigualdad inscrita en la lógica del capital produce miseria e infelicidad y que la política puesta a su servicio, se hundió en el descrédito debido a su ineficacia y corrupción. No nos atrevemos a pensar otra forma de organización. 

En el pasado (me refiero a mi generación) cometimos varios errores. Creímos ciegamente que el capitalismo encierra en sí mismo su destrucción y que sólo basta esperar para que ocurra; aunque intentamos darle un ayudadita. Supusimos que era posible crear una sociedad sin clases; el error no fue reconocer que, en efecto, hay una lucha de clases, sino en creer que esta podía terminar.

Otro desacierto fue creer que el Estado puede luchar contra la desigualdad entre propietarios y desposeídos, en vez de garantizarla. Otro más fue, no el intentar hacer política, sino creer que ésta lo resuelve todo. Quizá nuestro gran pecado fue el de soñar el porvenir, en vez de hacerlo presente. 

¡Seamos sensatos, pidamos lo imposible! ¡La imaginación al poder! fueron parte de nuestras consignas. Pero nuestros sueños no bastaron: la miseria, la desgracia, la injusticia, la infelicidad, siguen presentes. No atinamos qué hacer para transformar nuestra realidad.

No obstante, a pesar de todo, seguimos de pie. Si hemos logrado sobrevivir es porque registramos los errores cometidos y porque estamos atando vínculos antes considerados débiles –en la pareja, la familia y la sociedad– y ya no le apostamos tanto a los llamados vínculos fuertes –el matrimonio, el nacionalismo o la religión– que antaño se consideraban suficientes para garantizar el desarrollo con justicia e igualdad.

Con los ajustes señalados, debemos seguir buscando el cambio apostando a la filosofía y a la política porque, como bien enseña el pensador mencionado, “Combatir la barbarie fuera de uno mismo es política; dentro de uno mismo es moral.” Adviértase en tanto, que política y moral son mandatos que exigen obediencia para salir de la barbarie.

Pero, para lograr que la prohibición (que no ha bastado por sí misma para alcanzar la igualdad y justicia social) nos conduzca al cambio, tenemos que dar un paso más. Ponernos delante de la política, no para abolir sus prohibiciones como quieren anarquistas y Nietzschenianos sino para cumplir con ellas. Lo que no hemos hecho por temor a la desobediencia, hagámoslo por convicción, libremente, por solidaridad. Hay que pasar del deber coactivo a la virtud cívica. Conjuntar moral y política. Soñar ahora en que somos capaces de dar el paso de la sumisión (coacción) a la libertad (convicción).

El reconocido fracaso en el logro de nuestros sueños, nos obliga a filosofar para actuar. La reflexión filosófica ayuda a comprender que las acciones y no sólo los sueños, son la Historia. “La Historia en proceso de hacerse, es lo que llamamos la Política”, afirma Comte-Sponville. 

 

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