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1476 23 Diciembre 2013

 

Educar a los ciudadanos
Claudio Tapia

Monterrey.- Una vía de escape que impida la caída libre en el barranco moral, está en la educación de la ciudadanía. Se requiere de un sistema educativo que forme ciudadanos capaces de reflexionar y de exponer argumentos con criterio propio e independiente.

Para eso, para la formación de seres humanos libres, independientes e imaginativos, hace falta la filosofía. Para recuperar la moral, los hombres requieren de un concepto filosófico de ciudadanía a más de la acepción jurídico-política.

Adviértase que no me estoy refiriendo a la reforma educativa (cualquier cosa que eso signifique), ni a programas oficiales de educación para la ciudanía, menos aún a cursos de formación de ciudadanos, dirigidos a domesticar a los niños y jóvenes en lo políticamente correcto, y a amaestrar a los electores para que legitimen la impostura de la representación que llaman democracia.

La educación ciudadana a la que me refiero (muy distinta de la pedagogía empresarial que denunció lúcidamente Ismael Vidales, publicada en el 15diario), debe basarse en la economía y en la filosofía, no para seguir encubriendo la realidad capitalista sino para denunciarla. La marginación, la exclusión, la desigualdad, la pobreza, el trabajo precario y el desempleo; la descomposición del tejido social, las dificultades para formar una familia y procrear; todo este abismo de maldad, tiene su origen en las estructuras económicas y sociales en que vivimos. Esto lo debemos entender muy bien.

Los ciudadanos, en vez de dar por buenas las intentonas para disimular la cruda realidad satanizando a los malos, pontificando cursitos de recuperación de valores y dando sermones de civismo conformista, debemos asumirla críticamente.

A diferencia de la enseñanza concertada para el adoctrinamiento masivo de la población y de la educación privada que imparten profesores afines, a los que pueden despedir en cuanto se salen del huacal, la educación pública debe significar para los hijos la posibilidad de librarse del adoctrinamiento de sus padres, iglesias, mercaderes y gobernantes. Un buen sistema de instrucción pública debiera proporcionar una baraja de profesores de todas las ideologías, elegidos por oposición y no nombrados por afinidades y conveniencias del mercado. 

Lo primero que debe quedar claro en una educación para la ciudadanía, nos dice Fernández Liria, es el carácter capitalista de nuestra realidad social. A partir de esa premisa es como se pueden comprender las posibilidades que tiene la vida ciudadana en semejantes condiciones. Luego vienen las estrategias y acciones para construir otro tipo de organización socio-política.

Tenemos que empezar por desenmascarar al atractivo ciudadano ilustrado. No hay tal ciudadanía. El ciudadano creado en condiciones capitalistas es una simulación por una simple razón, como en el mercado todo es mercancía, el ciudadano tiene que vender sus libertades para poder subsistir.

La virtud ciudadana que conduce a la solidaridad y a la fraternidad es incompatible con el capitalismo porque en este privan las leyes del mercado y no las de la convivencia social.

Lo mismo podemos decir del Estado. Un Estado de Derecho en el que sus leyes se someten a las del Mercado, es una estafa. No es la debilidad del Estado frente a la fortaleza del Mercado lo único que debemos reclamar. No es la idea del Estado de Derecho la despreciable, lo inadmisible es que se nos diga que es posible un Estado de Derecho en una sociedad capitalista.  

Es a partir de estas realidades que debemos imaginar otra economía y otras formas de relaciones sociales. El proyecto de que “otro mundo es posible” no es una mera ilusión. No estamos esperando a que ocurra un milagro. Creemos que es posible y que es mucho lo que podemos hacer para lograrlo.

Tampoco somos ingenuos. No ignoramos que los poderosos, los beneficiarios del mundo capitalista, no sólo no van a cooperar para el cambio sino que harán lo indecible para perpetuar su criminal condición privilegiada.

De cualquier forma, vamos a lograrlo. No sé si será sin violencia. Porque en esas estamos ya. ¿Acaso el abismo moral inherente al capitalismo no lo es? ¿Despojar a toda una nación de sus bienes, no es ejercer violencia? ¿Defenderlos y reivindicarlos, sí? 

 

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