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1553 9 Abril 2014

 

Son de sin ton ni son
Eligio Coronado

Monterrey.- En el cuentario Son de sin ton ni son*, de Fernando Elizondo (Monterrey, N.L., 1954), encontramos treinta y siete textos escritos en un lenguaje práctico, sin florituras, en donde lo que importa es contar la historia de inmediato, antes de que se esfume en la maraña del olvido.

La variedad temática incluye fracasos amorosos, estudiantes que desean potenciar sus orgasmos al máximo, seducciones fallidas, unos chicos que salen de parranda, un hombre que toma un tren sin importar a dónde va éste, relaciones amorosas en la oficina, hombres que se quejan de la sociedad y el gobierno, un hombre que se queja de un asunto legal que tarda en resolverse, dos secretarias que preparan una trampa para vengarse de un jefe acosador, un autobús que vuela, un hombre que espera a su ex-novia bajo la lluvia y la nieve sólo para ver si ésta le trae un regalo, un hombre despedido de su trabajo que inventa haber renunciado para buscar algo mejor, un ingeniero del futuro que denuncia que el sistema de teletransportación está siendo utilizado como control político, un cobrador de caseta de peaje que le gusta ver piernas, un funeral donde se descubre que la hermana de la esposa era amante del difunto, una clínica cuyo éxito genera el surgimiento de una funeraria y una florería, un hombre que cree que está muerto hasta que alguien lo insulta, una pareja que se excita con un prostituto exhibicionista y la teoría acerca de que el cerebro impide que la literatura se geste de sueños, entre otros.

Destaca el cuento “Los trenes van y vienen”, donde un hombre sale de viaje sin importar el destino del mismo y lo aprovecha para reflexionar: “Habrá que empezar de nuevo a tratar de entender cómo logré llevar mi vida hasta aquí y, sobre todo, qué hacer con ella en adelante” (p. 34).

A pesar de sus complejos problemas familiares y de que el tren se detiene por una avería, se muestra tranquilo: “normalmente andaría neurótico quejándome de todo, pero si no sé a dónde voy, ¿cuál prisa?” (p. 35).

Más tarde llega otro tren y se detiene a ayudar a los conductores del tren descompuesto. Los pasajeros de ambos ferrocarriles se mezclan y hasta música de cantina suena (por supuesto, no faltan en esta semifiesta popular los vendedores de comida). De algún modo esta dosis de humanidad, insólita e inesperada por el lugar, lo hace recapacitar: “Voy a rehacer mi vida, ya no voy a dejarme chantajear emocionalmente, voy a usar más el no, voy a olvidar lo innecesario, voy a querer sin miedos y voy a quererme más” (p. 38).

Por ello, al regresar al tren y ser cuestionado por el sobrecargo si venía en ese tren, él le responde que no (porque ahora, lógicamente, ya es otro).
También destaca la secuencia (del cuento “Cerro de la Silla”), donde un joven alcoholizado se pone a bailar con una rockola: “estoy moviéndome con la música, rozando la rockola, y me suelto a bailar con ella, a su ritmo” (p. 30). Enseguida una chica se les une y “Para la quinta canción ya el baile es más intenso, sudamos copiosamente bailando en círculos de manera que a ratos estoy frente a ella y a ratos frente a la otra” (p. 31).

Por cierto, no he podido dejar de notar que el autor recicló algunos párrafos en el armado de cuatro de sus textos: en el cuento “Cerro de la Silla” (p. 27), segundo párrafo, el texto del quinto al catorceavo renglón se repite casi idéntico en el último párrafo del cuento “Una y otra noche” (p. 70). Y en el cuento “De cómo en nuestra cabeza los recuerdos cierran la dislocación espaciotemporal entre la realidad y los sueños” (p. 21), todo el primer párrafo es casi igual a los dos primeros párrafos del cuento “Me sueño mañana” (p. 79).

¿Accidental o intencional? Yo creo que fue planeado. Seguramente Fernando consideró que no era necesario reescribir alguna impresión o reflexión que ya tenía descritas en otros textos y simplemente las extrapoló.

*  Fernando Elizondo. Son de sin ton ni son. Monterrey, N.L.: Ediciones Intempestivas / Conarte, 2013. 92 pp

 

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