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1564 24 Abril 2014

 

Agentes temerarios
Hugo L. del Río

Monterrey.- Hacen muy mal Ismael Flores y César Garza al anunciar que premiarán a los dos policías guadalupenses que provocaron, a bordo de un autobús, el tiroteo que acabó con la vida de un jovencito de catorce años. Uno de los agentes tenía poco más de un mes de haber ingresado a la corporación. El otro recién cumplió dos años en el oficio.

Breve, muy breve tiempo para adquirir experiencia y aprender cómo se resuelven eventos que representan peligro mortal para docenas de personas. ¿Valientes? Más bien temerarios.

Cualquier persona con un coeficiente normal de inteligencia entiende que, lo primero por hacer en un caso de estos es pedir refuerzos. Lejos de ello, y a sabiendas que se iban a enfrentar con hampones armados, uno de los agentes abordó el carro por la puerta posterior al tiempo que el otro lo hacía por la delantera. Era obvio que los pistoleros iban a recibirlos a balazos.

Reconozco que los uniformados, a su manera, pretendieron cumplir con su deber. También admito que no se les arrugó el pellejo. Pero nunca ha bastado el valor por sí solo. Dos gendarmes, aunque se tratara de elementos experimentados, no podían despejar satisfactoriamente esa ecuación de muerte y fuego.

Está bien que les den a estos guardias una palmada en la espalda, que les estrechen la mano, que les den las gracias por su buena intención. Pero hasta ahí. Recompensarlos significa autorizar a la gendarmería a las órdenes de Ismael y César a que violen todos los protocolos habidos y por haber y actúen de manera imprudente para ser galardonados como héroes.

Otrosí: estos elementos forman parte del grupo de Proximidad. Entiendo que esa sección se formó o se debió formar a partir del esquema del antiguo policía de barrio: pero no hay tal. El antiguo, entrañable agente que todos queríamos y respetábamos recorría a pie las calles: platicaba con los vecinos, los conocía de nombre, sabía de sus problemas. Nosotros sabíamos quién era este guardián que nos protegía, cuál era su domicilio, por lo general conocíamos a la familia o por lo menos sabíamos de ella. Existía, pues, la relación que debe darse entre el patrullero de a pie y el vecindario. Pero, ¿cómo va a crearse este vínculo si los municipales recorren su distrito en auto? Es imposible el diálogo con la gente del rumbo si la pareja que hace el rondín se desplaza en un automotor.

Uno pensaría que, después de cuatro años, el coronel Sanmiguel habría asimilado las lecciones de la profesión, pero evidentemente no es así. Y si no se aprende después de cincuenta meses de rutina diaria, entonces ya no se va a aprender nada.

hugoldelrioiii@hotmail.com

 

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