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1565 25 Abril 2014

 

Matarife escondido
Hugo L. del Río

Monterrey.- Jugar al escondite es tarea difícil para Erick Rolando Marroquín Reyes, el malandro quien, presuntamente, asesinó en días pasados al jovencito Ángel Isaí González García en un autobús en Guadalupe. El matarife este mide un metro noventa, pesa cien kilos y está tatuado desde las orejas hasta el ombligo.

En los nudillos, las manos, los antebrazos y los brazos lleva, supongo que con orgullo de pistolero barato, las marcas de su mensaje de muerte. ¿Dónde se va a ocultar un hamponcete de casi dos metros de altura con todos los tatuajes del mundo visibles desde Australia?

El asesinato del chavalito se convirtió en un campo minado sobre el cual caminan el procurador Adrián de la Garza; el alcalde guadalupense César Garza y su patrón Ismael Flores (“aquí vive el Presidente y el que manda vive enfrente”, decían los mexicanos en tiempos del maximato callista), así como el jefe de la azulada del vecino municipio, el coronel Sanmiguel.

Las torpezas de ese dúo dinámico que forman Ismael y César, la reticencia del abogado de Nuevo León en lo que toca a la exhibición de los vídeos disponibles y la falta de oficio del militar de tres estrellas se amalgamaron para convertir el homicidio en un escándalo político. Por lo menos, Batman y Robin ya acordaron no premiar a los policías que, con su falta de pericia provocaron, sin que esa fuera su intención, la muerte del adolescente.

Pero la presión de los medios es fuerte y ahora salen testigos por docenas quienes dicen esto y aquello desde el cómodo espacio del anonimato. En varias ocasiones me tocó trabajar la fuente policiaca aquí, en el defe y en otras ciudades, y lo primero que aprendí fue a desconfiar de los refrendarios.

Y el escepticismo crece cuando quienes aseguran que vieron y oyeron eso y aquello se niegan a identificarse. No estoy defendiendo a los gendarmes, pero habría que investigar si, efectivamente, uno de ellos obligó a Ángel Isaí a subir al camión.

Por lo que toca al supuesto matador, recordemos que en noviembre de 2012 estaba en una de nuestras cárceles modelo. Unos dicen que lo encerraron por halconear; otros, que por ratero. El hecho concreto es que a menos de un año y medio de su ingreso a la penitenciaría, ya estaba libre y en ánimo de volver a delinquir. Y de esta contradicción nadie explica nada. “Algo está podrido en Dinamarca”, decía Hamlet. Casi toda la administración pública está podrida en Nuevo León, dice este redactor. 

hugoldelrioiii@hotmail.com

 

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