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1565 25 Abril 2014

 

Esta cosa de la convivencialidad
Eloy Garza González

Monterrey.- Más de la mitad de los nuevos negocios en México quiebran antes de cumplir dos años de operaciones. La causa apunta al déficit de preparación en áreas clave como administración, mercadotecnia y ventas. Pero cabe una explicación extra: nuestra incapacidad para trabajar en equipo.

Somos relativamente creativos pero tropezamos con nuestros pies cuando planeamos en equipo la ejecución de su idea. Priva más la lógica ortodoxa, vertical, que la lógica fluida y grupal (Edward De Bono). Suele cargarse la culpa del fracaso empresarial en una sola persona, el  administrador, el contador, un empleado. Pero el éxito tanto como el fracaso depende de un equipo.

¿Un ejemplo deportivo? Lo estudia Jorge G. Castañeda en su libro Mañana o Pasado (2011): en los Juegos Olímpicos de 2008, en Beijín, los mexicanos registramos bajo rendimiento deportivo. No obtuvimos medallas olímpicas porque el desempeño de nuestros atletas fue deprimente. Pero viene el dato más revelador: no ganamos en ninguna competencia, salvo en dos: clavados (una medalla de bronce) y Tae Kwon Do (dos de oro). Ambos deportes, cabe advertir, no se juegan en equipo y son mas bien disciplinas individuales. Lo mismo nos pasa en box o tenis.

Al igual que en el entorno empresarial, si aludimos a victorias deportivas, nunca nos referimos a equipos, sino a atletas; no a grupos sino a personas. Nuestros deportistas son excelentes en su especialidad, pero estrellas únicas, individuales. Escribe Castañeda: desde los Juegos Olímpicos del año 1900 en adelante, de las 55 medallas en total que hemos ganado, 47 fueron para deportes individuales y únicamente 8 para deportes colectivos.

En México no conocemos el valor de la convivencialidad, término que para otros fines acuñó un gran educador austriaco-mexicano que quisimos tantos: Iván Illich. No sabemos configurar entornos gregarios; el pensamiento lateral nos da para innovar, pero no para ejecutar acciones colectivas.

¿Cómo podemos corregir el defecto de la no-convivencialidad? Destacando la confianza como “hábito del corazón” (Tocqueville). La confianza es un “lubricante” para la cooperación social como el capital social lo es para la democracia. En Estados Unidos, por ejemplo, hay más de dos millones de organizaciones civiles, que defienden todas las causas imaginables: protectoras de animales, ambientalistas, feministas, religiosas, sanitarias, deportivas, etcétera. En Chile hay 35 mil de este mismo tipo, pero México sólo registra 8 mil asociaciones civiles, la mayoría de ellas religiosas.

Falta construir en México la nueva sociabilidad, distraídas como están las autoridades en comprar votos y hurtar el presupuesto público. La nueva sociabilidad pasa por lo que Barry Wellman denomina “individualismo en red” (networked individualism): las comunidades son redes interpersonales que aportan apoyo, información, sentido de pertenencia e identidad social. En suma, aportan el valor de la convivencialidad. Sigue Wellman: cada ciudadano opera en múltiples redes de familiares, vecinos, amigos, hasta el punto de que podemos hablar de “comunidades personales”.

85 por ciento de los norteamericanos participan en 5 o más asociaciones; en México, 85 por ciento no participan en ninguna. Y del 15 por ciento que sí lo hace distingamos entre participar en organizaciones civiles donde los miembros comparten valores comunes y las otras donde se desarrollan lazos interpersonales: no se deben sopesar igual. La diferencia la explica Robert D. Putnam en su libro clásico: Bowling Alone: The Collapse and Revival of American Community (2000). El retraso de México en este rubro adquiere ribetes alarmantes porque la cultura cívica guarda relación con un gobierno local eficaz y transparente. 

 

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