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1578 14 Mayo 2014

 

Cuentos del más allá
Eligio Coronado

Monterrey.- La búsqueda de la felicidad y las respuestas a las grandes preguntas de la vida son un tema constante de los seres humanos porque nos brindan equilibrio, tranquilidad y plenitud. En Cuentos del más allá para vivir en el más acá*, de Mariana García Luna, el mecánico Simeón las busca a través de tres viajes: uno entre los vivos, otro entre los muertos y otro geográfico (desde la Ciudad de México hasta Tijuana).

Mediante el recurso de contar en primera persona y dirigirse expresamente al lector, Simeón establece su dominio sobre la trama (y sobre el lector) y la vuelve creíble, valiéndose además de un lenguaje popular y un tono coloquial y dicharachero que le otorgan amenidad y fluidez a su relato.

Mariana (México, D.F., 1974) conoce bien la naturaleza humana, pero no pretende dar lecciones filosóficas, simplemente se limita a fincar los hechos de su novela, esperando sembrar algunas reflexiones, y lo consigue.
Su personaje, Simeón, cuenta su historia desde la infancia hasta la vejez: su nombre que le parece muy humillante (Simeón), un padre alcohólico y golpeador, su habilidad para hablar con los muertos: Juan Preciado (personaje rulfiano), Carlos Castaneda (escritor y antropólogo peruano), La Llorona, su padre difunto, Martita (el amor de su vida, ya muerta también), etc.

El humor es básico para contrarrestar el dramatismo de ciertas escenas, que por fortuna son breves: la muerte de sus abuelos a manos de los cristeros, el maltrato que recibe su padre, siendo niño, por parte de un cura que se autoerige en su verdugo, las palizas que le receta su padre a él (acaso en venganza por aquéllas), la muerte de su hijo a los pocos meses de nacido, el asesinato de Martita al ser asaltada en su tienda artesanías, entre otras.
Pero el mecánico Simeón aligera todo con su humor: “¡¿quién más podría hablar sobre la vida vivida hasta el fin, si no es uno que ya estiró la pata?!” (p. 9-10), “Nomás imagínenme: a mis sesenta y tantos años, panzón, canoso, arrugado y medio pelón, encuerado a plena vista de todos, con las patas flacas metidas en el agua” (p. 75).

Al final su búsqueda tiene éxito y encuentra las respuestas: “lo único que existía en aquel momento era un hombre de sesenta y tantos años llorando en los brazos de su joven amada… muerta (se refiere a Martita, que murió joven y por eso no envejeció, y a quien encuentra cuando por fin llega a Tijuana). (…) Comprendí en ese extraño y doloroso momento, que era el hombre más afortunado del mundo: la vida y la muerte me habían regalado las verdades de mi vida” (p. 116).

¿Y cuáles eran esas verdades? Las que le revela la difunta Martita: “a ti te toca vivir, (…) me refiero a vivir de verdad, a gozar, a disfrutar de la vida, de las cosas pequeñas y de las grandes, a hacer tuyo este mundo (…); a ayudar a otros a que aprendan a vivir (…). Hay muchos muertos allá afuera (…) Te toca a ti ayudarlos a despertar” (p. 116-117).

 

* Mariana García Luna. Cuentos del más allá para vivir en el más acá. Una historia narrada en diez cuentos. Guadalajara, Jal., Edición de Autor, 2013. 122 pp.

 

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