El pesado oficio de dar la palabra
Moisés Ayala

Monterrey.- Dar, ofrecer algo y no ser recibido, es una cuestión de tristeza. Dar algo, cualquier cosa, por ejemplo, la palabra, y no ser recibida, no importa cuando se encuentra en un libro, porque éstos viajan en el tiempo y entregan su carga lingűística a quien la desea con afán.

Más que nada Dar la palabra* es una pregunta en constante movimiento, a veces se muestra como algo transparente, a veces con fuerza golpea la luz y hace que estalle en oscuridades llamadas letras.

Eligio Coronado (Monterrey, N.L., 1948) nos muestra una vez más los frutos de su árbol, pero a la vez nos hace un terrible cuestionamiento acerca de muchas cosas: “¿Cuántos poemas le quedan / a mi árbol del lenguaje?” (p. 39); y si nos apropiamos de estas palabras, pues ya nos fueron ofrecidas, si estos versos ahora nos pertenecen y andamos diciendo por el mundo, en realidad, ¿cuántos frutos, pájaros, poemas, vida, nos quedan en nuestros árboles del lenguaje?

Consciente de lo lúdico, de lo maléfico, Eligio nos presenta un poema para desarmar, una casa de papel, que al final cae a los abismos o por propia voluntad, para que no crezca demasiado o por el repudio y la rabia que genera la realidad.

Y las mujeres desenredan las realidades y son puertas, pero esto mismo hace pensar en la muerte, esa señora que va por el mundo llevando gente a otro mundo, pero que no pudo o aún no quiso cargar con un escritor al que le faltan cosas que decir, sobre todo de la intimidad de su pensamiento, pensamiento que recorre una ciudad llena de ventanas, con lluvias de magrittes y cielos caídos en las banquetas.

Al final sale de viaje y encuentra una isla solitaria, que no habla, no sonríe y que sin embargo incita a más viajes; pero algo le detiene, tal vez sean las cuentas que hay que pagar por los excesos.

Gracias por el regalo de tus palabras, ser incansable, Eligio Coronado.

* Eligio Coronado. Dar la palabra. Monterrey, N.L.: Diáfora, 2014. 73 pp.