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1590 30 Mayo 2014

 

Huevos rancheros sin gallina
Hugo L. del Río

Monterrey.- La criada salió respondona. El gobierno federal quiso desayunar huevos rancheros antes de que pusiera la gallina. En Michoacán, doña Fede soltó prematuramente los aullidos del triunfalismo. Las Autodefensas michoacanas no sólo se mantienen erguidas: ahora anuncian su propuesta de crear organizaciones de protección comunitaria en todas las entidades de la República.

Su consigna: ni la Federación ni la administración de Fausto Vallejo nos defienden: o nos protegemos nosotros mismos o los sicarios nos matan.

Desde luego, tienen razón: el miércoles fueron asesinadas siete personas en Ayuntamientos que controla el narco. En una conferencia de Prensa efectuada en la ciudad de México, que contó con la presencia del obispo de Saltillo, don Raúl Vera; el sacerdote don Alejandro Solalinde, el defensor de los migrantes; el señor Ernesto Ruffo, ex gobernador panista de Baja California y los líderes de AD José Manuel Mireles e Hipólito Mora –quienes si no han limado asperezas por lo menos guardaron las formas–, el doctor Vera culpó al Estado mexicano de esta guerra intestina que tanto daño nos ha causado. En comparación con la alta burocracia, dijo el señor Vera, el chapo Guzmán es “una hermana de la caridad”. Desde luego, tienen razón tanto en lo que toca a la expansión y robustecimiento de las AD como en culpar al Estado de hundir a México en un lago de sangre.

Pero mucho me temo que, fuera de Michoacán, las AD están condenadas al fracaso. ¿Por qué? Por la corrupción. La Guardia Nacional es una figura autorizada por la Constitución. Muchos países la tienen, pero creo que solo funciona bien en Estados Unidos. En México la podemos crear, pero únicamente como una reserva del Ejército y con mando militar: generales, coroneles, Estados Mayores y todo eso. Hablo de toda una estructura castrense, policiaca, política y administrativa.

La Guardia Nacional, entre paréntesis, le daría al Ejército una importante ventaja sobre la Armada. Pero, conocemos a México y conocemos a los mexicanos. “No hay general que aguante un cañonazo de 50 mil pesos”, decía Álvaro Obregón, quien sabía de enchiladas. Hoy, al obús tendríamos que agregarle varios ceros. No digo que todo el personal bajo banderas sea corrupto: son numerosos los hombres y mujeres honorables y dignos de portar el uniforme y las armas que la nación les confió. Pero los narcodólares envenenaron a muchos, desde soldados rasos hasta generales de tres estrellas. El estamento militar no es confiable: unos cobran en las nóminas de los capos; otros, enfermos del cerebro y el alma, asesinan a civiles inocentes. ¿Qué orientación, qué directivas le daría a la Guardia Nacional un generalato tal vez limpio, pero con Estados Mayores infiltrados por las redes del narcotráfico?

Y tenemos otro problema: la idiosincrasia del mexicano. Los hombres de Michoacán aprendieron en el sufrimiento y la humillación a portarse con madurez y a respetar las armas. Pero en la mayor parte del país tenemos un pueblo aniñado, irresponsable, educado en la escuela del machismo. Les damos fusiles y los usarán para matarse entre sí, los llevarán a la casa de empeño, los emplearán para asaltar. En otro país podríamos hablar de filtros, de exámenes de confianza, de revisión de antecedentes. Pero, ya sabemos que aunque Juan Pérez haya estado diez veces en prisión por matar a diez personas, con veinte pesos consigue una carta de no antecedentes penales.

La pudrición moral infecta todo el cuerpo de la República. Ése es el gigantesco escollo que nos impide avanzar. No podremos hacer nada hasta lograr reducir las corruptelas a un nivel tolerable. No hablo de erradicación: sólo de reducir los índices de depravación.    

hugoldelrioiii@hotmail.com

 

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