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1605 20 Junio 2014

 

¿Fascismo de regreso?
Víctor Orozco

Chihuahua.- En 2015 se cumplirán setenta años del suicidio de Adolfo Hitler en su bunker. Es el plazo aceptado en las reglas internacionales para que los derechos de autor de cualquier obra pasen al dominio público. Hasta hoy, el titular de los derechos del Mi Lucha, la biblia nazi, es el estado bávaro, el cual se ha negado sistemáticamente a ceder o contratar derechos editoriales. A partir del próximo año, se podrá imprimir y difundir el famoso libro del dictador austro-alemán. ¿Tiene esto alguna importancia?

Algunos pensarán que ninguna, puesto que han existido siempre ediciones piratas o semiilegales del volumen. Además, circula en la red. Sin embargo, las nuevas ediciones formales, serán un espectacular golpe publicitario sobre todo en Alemania y Austria, donde es de difícil adquisición en el idioma alemán. 

La suerte de Mein Kamf, se liga al ascenso de las ultraderechas europeas. Durante la última década han aumentado sensiblemente su presencia en los parlamentos de cada país y en el general. Han impuesto su agenda en las políticas públicas e inclinado a colectividades numerosas hacia sus postulados fundamentales: odio a los migrantes, xenofobia, antisemitismo, antifeminismo, racismo, homofobia, nacionalismo extremo o chovinismo, culto a los líderes, penalización del aborto, anticomunismo, anti intelectualismo, populismo,  entre los de mayor notoriedad. En el contexto de hace ocho o nueve décadas, estas fobias y extremos distinguieron al fascismo, categoría genérica en la que se agruparon al fascismo propiamente dicho de Italia, a los nazis alemanes, franquistas españoles, etcétera, sin desatender desde luego las especificidades de cada uno.

Por ahora, todos los países europeos tienen su marea parda. En Francia, donde las estadísticas dicen que los gitanos apenas suman unos cuantos miles, se han convertido en perros del mal, junto con marroquíes y otras minorías de migrantes. En Italia, un alto funcionario justificó el saqueo y el incendio de campamentos (usados por cohortes de este pueblo al que se tiene como el más antiguo de Europa) por grupos de fascistas, diciendo que “esto pasa cuando los gitanos roban un bebé italiano”, pretexto usado por las bandas de golpeadores. En Alemania, ante el despliegue del movimiento de la ultraderecha encabezada por el Partido Nacionaldemócrata, la canciller Merker, dio por un hecho la imposibilidad de convivir juntos, alemanes y migrantes turcos o de otras nacionalidades. Los ingleses agrupados en el Partido de la Independencia del Reino Unido, han logrado pronunciamientos similares del gobierno.

El exacerbado nacionalismo que invade como cáncer a todos los países europeos, recuerda mucho a los años previos a la primera guerra mundial. Tan profundo así ha sido el retroceso. Se trata de una ideología que proclama como hechos naturales la existencia de líderes y vasallos, de pueblos separados, volcados en una suerte de solipsismo que no deja espacio para la convivencia con los otros. La aspiración máxima es vivir en naciones mono raciales, de habitantes blancos desde luego, si son arios mejor. A este objetivo muy pronto se le unen dos instrumentos ideológicos: el del espacio vital o lebensraum, tan caro a los hitlerianos y el de la limpieza étnica, en función de los cuales debían al mismo tiempo expanderse las fronteras germanas y depurar todo los territorios por ellas comprendidos, purgándolos de negros, morenos, judíos, mestizos, gitanos.

Por eso estos nacionalismos europeos y también el de Estados Unidos (recuérdese las tesis del famoso destino manifiesto y del pueblo escogido, en éste último país) han sido siempre agresivos, invasores. En ambos casos, han operado como espadas, mientras que los desplegados por los pueblos africanos o latinoamericanos han servido como escudos. Esa es la diferencia. Analistas cuyas miradas se extienden más allá de la coyuntura, hacia lapsos vastos de los períodos históricos han advertido el peligro de una nueva Gran Guerra, como se conoció a la hecatombe de 1914-1918, que hoy cumple cien años.  Cuando proclaman en sus divisas: “Francia para los franceses”, “Rusia para los rusos” y así por el estilo, hay que pensar luego en las persecuciones, en los linchamientos de los diferentes. Pues, ¿Cómo definir y encontrar a los “puros”?. En cada uno de los países donde proliferan quienes se adhieren a estas banderas, ellos deciden sus propias medidas y reglas. En unos la tal pureza se asocia a criterios religiosos, como en Polonia, donde los neonazis dicen que los judíos son “crucificadores”, retomando una pifia medieval. En todos, dominan los criterios racistas y las fantasías de culturas inmaculadas, exclusivas y excelsas. A la postre, tales posiciones no dejan espacio para la convivencia y sus únicas salidas son las guerras de exterminio.

Este egocentrismo colectivo lleva por necesidad al aislacionismo y al rechazo a cualquier poder limitativo de los estados nacionales. Y aquí empieza una de las tantas contradicciones de las derechas en el viejo continente. Rechazan el europeísmo, en tanto las organizaciones supranacionales  construidas durante el medio siglo previo tienen intervenciones decisivas en los asuntos internos. Pero, al mismo tiempo, pregonan el dominio de la civilización “europea” en el mundo, pretensión alimentadora de fantasías como la reconstrucción del imperio romano-germánico. Uno de los resultados de esta paradoja es que los nuevos diputados de la ultraderecha en el parlamento europeo, pretenden liquidar el propio parlamento.

Se manifiestan también contra la globalización que hace peligrar las culturas tenidas como autóctonas. Sin embargo, estos movimientos y organismos deben su notoriedad actual, en buena medida al internet, la expresión por antonomasia de la aldea global en la cual se despertó la última generación. Esta cerrazón de la ultraderecha, pugna también contra la coordinación internacional de sus movimientos. Sin embargo, existe la otra fuerza antípoda que los ha llevado a buscar la unidad estableciendo alianzas y fundando partidos europeos internacionales. De hecho, son antiglobalistas pero sólo y en tanto esta definición sirva tácticamente para atraer a las masas inoculadas por el virus ultranacionalista. Lo mismo sucede con su profesado antinorteamericanismo.

Con las creencias religiosas, los grupos de la ultraderecha de igual manera mantienen una postura ambigua. Se consideran fervientes cristianos (católicos, protestantes u ortodoxos) sobre todo porque uno de los enemigos irreductibles es el Islam, aun cuando compartan con éste su fundamentalismo e intolerancia. De hecho, estamos en presencia de una regresión a los conflictos religiosos, librados por organismos sometidos a poderes dogmáticos, entre los cuales no cabe un hilo. O se junta con alguno de ellos, o se derrama.

En suma, este regreso del fascismo en sus diversas variantes y colores, representa enormes peligros. Para los pueblos no blancos, pobres y menos desarrollados. Para las minorías de distinto origen y matriz: racial, de género, de preferencia sexual. Para las mejores conquistas logradas por las sociedades: libertades públicas, expresiones de la multiculturalidad, orientación del quehacer científico al servicio de la humanidad. Para los esfuerzos igualitarios. Los fascistas son por definición enemigos de la igualdad social en todas sus manifestaciones. Hacen fetiches de las jerarquías, los “jefes”, los potentados. Para la democracia en general. Estos partidos y movimientos, en tanto están inspirados por fines mesiánicos, auto justifican el uso de cualquier procedimiento como el crimen o el golpe de estado, muy por encima de procesos electivos. En marzo pasado los nazis ucranianos quemaron vivos a ciento cincuenta opositores. No tardarán mucho en recibir una respuesta de sus correligionarios rusos y así hasta llegar a las llamadas “soluciones finales”, resumidas en los campos de aniquilación.

La época medieval con sus matazones de herejes, sus persecuciones a los disidentes, sus quemas de brujas, sus rebuscados métodos de tortura, es llamada con justicia de las tinieblas. Por las sombras proyectadas en el escenario internacional,  puede que nos estemos acercando a tiempos similares. ¿Y las causas de esta retrocesión? Trataré de abordar el punto en la próxima entrega.

 

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