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1607 24 Junio 2014

 

Realidad educativa
Guillermo Berrones

Monterrey.- 8:10 a.m. Grupo 1° “B”: Jóvenes, hoy me corresponde aplicarles el EFANL, que significa: Examen Final de Aprovechamiento de Nuevo León, el cual... (bla, bla, bla) todo el rezo de indicaciones y precisiones marcadas para dar claridad a los alumnos y al padre de familia que atestiguaba la aplicación. Pasé lista de asistencia, entregué los exámenes correspondientes a cada alumno y terminé diciéndoles que si desconocían el significado de alguna palabra, no dudaran en preguntarme para orientarlos. ¡Empiecen a contestar!

Mientras acomodaba algunos documentos en el escritorio, percibí un extraño silencio y 33 pares de ojos viendo mis movimientos.

–¿Qué sucede? –pregunté un tanto incómodo–. ¡Contesten, ya pueden empezar!

Una niña morenita se dirigió a mí con cierta timidez:

–Profe... ¿no nos pondrá las respuestas en el pizarrón?

–¡Claro que no... –y empecé todo un rollononón sobre la importancia de la evaluación y bla, bla, bla, esas linduras que solemos decir los ingenuos...

–Es que –interrumpió la niña– en la primaria cada que contestábamos este tipo de exámenes, los maestros nos dictaban y nos escribían las respuestas en el pizarrón, para no equivocarnos y no salir mal en las pruebas.

Entonces entendí por qué nunca recibí los estímulos de aprovechamiento que otorgaba el examen de Enlace.

 

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