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1607 24 Junio 2014

 

Trabajo empobrecedor
Lupita Rodríguez Martínez

Monterrey.- Los avances en el mundo para erradicar el trabajo infantil tal parece que no avanzan. Aunque la mayoría de las naciones han modificado sus leyes y han emprendido campañas para salvaguardar la integridad de la niñez y garantizar la plenitud de sus derechos, la Organización Internacional del Trabajo (la OIT), reconoce que todavía falta mucho camino por recorrer.

En su último informe, la OIT admitió que 168 millones de infantes laboran en el mundo. De ellos, 85 millones efectúan trabajos peligrosos, cuyos riesgos en seguridad y salud les causan lesiones o enfermedades o muerte.

Los tipos de trabajo con más casos son la agricultura, con 98 millones; el trabajo doméstico, con 11.5 millones y, la explotación sexual, con 1.8 millones, siendo la región Asia-Pacífico la más afectada, con 78 millones; seguida por África, con 59 millones y, en tercer lugar, América Latina, con 13 millones.

El reporte de la OIT sobre México revela que más de tres millones de niños, niñas y adolescentes realizan alguna actividad económica; es decir, 10.5 por cada 100 infantes. Por sexo la tasa de trabajadores infantiles es de 14.1 en hombres y 6.8 en mujeres.

De acuerdo con el Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social), al menos 122 mil trabajadores infantiles han sufrido algún accidente o enfermedad relacionada con el trabajo, mientras que 168 mil laboran en espacios no aptos y el 65.6% de los menores de 18 años carecen de seguridad social.

Empero, de los más de tres millones que trabajan en actividades riesgosas y lugares inadecuados, muchas veces por más de 35 horas a la semana, resulta devastador saber que el 39% no asista a la escuela.

En cuanto a nuestra entidad, el reporte es que en Nuevo León suman al menos 150 mil menores de entre 6 y 17 años de edad que se emplean en el comercio, en su mayoría informales, o porque muchas familias los obligan a trabajar en diversas actividades para sufragar gastos.

A pesar de que existen avances, pues las cifras han disminuido en comparación con años anteriores, el trabajo infantil debe dejar de ser tan solo una preocupación de las autoridades de gobierno y de la sociedad civil, para convertirse realmente en una ocupación hasta lograr su destierro.

Lo que queda claro frente a esta grave situación mundial, nacional y estatal es que las condiciones de pobreza, desigualdad, desempleo y desintegración familiar son las causas detonantes de que millones de niños, niñas y adolescentes se vean obligados a formar parte de la fuerza laboral. Sin embargo, la pobreza sigue siendo el principal problema que obliga a la niñez a trabajar, pues el trabajo se convierte en una lucha por la sobrevivencia ante la ineficacia de las políticas públicas.

Lo peor de que un menor deje de ir a la escuela es que ninguna autoridad escolar o familiar asuma el compromiso de reportar o investigar la situación, siendo particularmente alarmante la situación vulnerable de las niñas, ya que a diferencia de los niños, corren mayores riesgos de trabajar sin remuneración –dentro de los servicios domésticos–, donde son susceptibles a abusos sexuales, violencia, hostigamiento y, en general, a maltrato.

Desde hace años hemos señalado que es muy grave que nuestra sociedad haga que la niñez trabaje y deje de vivir su edad por las múltiples crisis económicas, políticas y sociales que el país ha sufrido.

Para abatir el trabajo infantil en México y en nuestro Estado resulta indispensable sensibilizar a la sociedad en torno a esta práctica que tiene profundas raíces culturales, sociales y económicas, pues erradicar este problema no solamente es cuestión legal, porque la prohibición existe desde 1917 en nuestra Constitución Mexicana, reforzada en tratados y leyes.

Una realidad inadmisible de México es que el trabajo infantil sea el principal enemigo del derecho a la educación, cuando la educación es la respuesta para combatir la pobreza y, por ende, erradicar el trabajo infantil.

Si bien el trabajo infantil se lleva a cabo buscando aliviar la pobreza familiar, la consecuencia es solamente más pobreza. Por eso, la marcha de la educación debe continuar y trabajar mucho más por el derecho de la niñez a educarse, pero desde la educación inicial hasta la educación superior.

 

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