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1613 2 Julio 2014

 

En memoria de Arnaldo Córdova
Eloy Garza González

San Pedro Garza García.- Antier murió Arnaldo Córdova, uno de los mejores historiadores de nuestro país. Conviví muchas veces con él en la ciudad de México y forjamos una buena amistad. Tenía un humor ácido y sarcástico y no era de trato fácil; decía que José Alvarado era más grillo que periodista y que Raúl Rangel Frías no era nadie fuera de Nuevo León. Pero con todo y esos exabruptos, el talento de Arnaldo fue indiscutible.

Escribió varias obras fundamentales de la historiografía mexicana como La ideología de la Revolución Mexicana y La Revolución en crisis: la aventura del maximato. Transcribo fragmentos de una charla que entablamos hace algunos años. 

No entiendo por qué, a pesar de tus obras sobre el movimiento armado de 1910, no te consideras un historiador.
Mi libro, La ideología de la Revolución Mexicana fue criticado por algunos historiadores profesionales porque consideraron que no era un libro de historia. A todos los que me lo dijeron les respondí que tenían razón: mi libro es una obra de ciencia política, dedicada al análisis de las ideas y de los proyectos políticos que circularon en el movimiento revolucionario. La aclaración de que soy jurista y politólogo va dirigida simplemente a curarme en salud, para que nadie me vaya a decir que los míos no son libros de historia. Yo sé que la mayoría de los historiadores me consideran uno de los suyos y que mi obra es esclarecedora de ciertos problemas no tomados en cuenta por ellos, o que no han estudiado lo suficiente.

En tu libro sobre el maximato demuestras que el estilo de hacer política del actual sistema político mexicano nació en esa etapa, incluyendo el “dedazo”.
No, el término “dedazo” es más moderno; debió de haber aparecido por los años cincuenta, aunque después de todo, el dedazo es nada más un proceso selectivo en el cual unos y otros se van eliminando y sobrevive el que finalmente será el sucesor en el poder local o nacional. Eso se podía ver ya desde el maximato.

En aquel entonces, con todo y el gran poder de los militares, éstos tenían que acatar las reglas no escritas del sistema.
Claro: esto es algo que se hereda. Incluso en la época del caudillo Álvaro Obregón, la política tenía reglas internas férreas, pero eran reglas que garantizaban más el predominio del caudillo que el libre juego de las fuerzas políticas. Entonces, lo que hizo el maximato fue desarrollar el libre juego de las fuerzas políticas internas del oficialismo, de manera que pudiera haber acuerdos duraderos entre ellos, ganara quien ganara. Aunque se llevaran de encuentro a Vasconcelos. 

Tú que eres un intelectual de izquierda solías defender a José Vasconcelos en tus libros, mientras que Octavio Paz, un intelectual de derecha, suspiraba de alivio porque el “Ulises Criollo” no llegó a la presidencia de México; decía que de haberlo conseguido, Vasconcelos hubiese devastado el país.
Creo que debemos redimensionar términos como izquierda y derecha, porque ya no son lo que eran antes. Se trata más de una especie de simbolismo histórico que de posiciones realmente excluyentes. Eso de izquierda y derecha ya pasó a la historia.

No estoy de acuerdo contigo. El propio Norberto Bobbio defendía esa clasificación de izquierda y derecha; decía que es vital usar esa geometría ideológica.
Al pobre de Bobbio lo animaba su nostalgia política. A él mismo ya muerto se le deben corregir algunas cosas, como sus vanos intentos de unir liberalismo con socialismo. Él y sus alumnos hicieron una teoría en torno a eso. Estamos viviendo ya una época en la cual todas las posiciones políticas tienden más a acercarse, a identificarse en objetivos comunes y ahí el extremismo de los conceptos pierden su sentido. Antes, la oposición teórica entre derecha o izquierda era una oposición a muerte. El mejor izquierdista, para un derechista, era el izquierdista muerto y viceversa. Ahora el mundo ha cambiado.

Que en paz descanse Arnaldo. Lo extrañaremos.

 

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