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1618 9 Julio 2014

 

Geografía interior
Eligio Coronado

Monterrey.- Uno de los temas universales de la literatura son los viajes. En su nuevo poemario (Geografía interior*), Eduardo Zambrano confirma la vigencia de este tópico. ¿Qué son los viajes? El traslado de un lugar a otro, bajo el impulso del deber o el placer, con la obtención de experiencias que podrían redundar en crecimiento o deterioro espiritual y, acaso, el posible retorno al punto de partida.

¿Cuándo empieza el viaje? En cualquier momento, basta con “acomodarse los zapatos / abrocharlos / empezar de nuevo a caminar” (p. 38). Sí, porque para entonces ya se ha acomodado uno “al tiempo / al cuerpo / a las circunstancias” (ídem.).

¿Viajar a dónde? Hay viajes geográficos y viajes emocionales. La vida misma es un viaje: “Cómo no angustiarse (…) ante viajes más / descomunales como la hora de ser parido, y luego / la espera de la muerte (…). / Muchos se olvidan o se engañan de que / finalmente se viaja con el cuerpo” (p. 25).
Pero todos los viajes deben terminar: “Dicen que todo por servir se acaba / (…) / en los tumultuosos andenes de la vida” (p. 9), “Aquí todos estamos de paso: / el amor, las palabras, el viento mismo” (p. 12).

¿Viajar para qué? ¿Cambiar la escenografía mejorará nuestra vida? ¿Escaparnos de lo que somos bajo otro cielo, en otro aire o en las aguas de otro idioma?: “Los viajes son como las borracheras. Te sacan de / una realidad y te llevan a otra donde se camina / por lugares y sentimientos llenos de asombro. / Después al amanecer no se recuerda casi nada” (p. 24).

¿Todos los viajes emocionan? Sólo a veces. Hay viajes que sí logran remover el estancado tiempo de la rutina: “El naranjo en flor todavía crece en la memoria. / El ojo sigue lleno de luz. / (…) / La mano aún acaricia el aire lleno / de gracia andaluza” (p. 22), “Apenas unos días / y con penas un breve romance / Me estafó / me robó / me bolseó / Y aun así la encuentro hermosa / Y aun así la echo de menos / Nueva York” (p. 34).

Como se ve, el lenguaje de Eduardo (Monterrey, N.L., 1960) es preciso de tan cuidado y muy práctico. Lejos de los alardes metafóricos de otros que encantan con su pirotecnia pues convierten jardines en junglas exuberantes: “El tiempo gasta la dura piedra / y se desmorona la realidad. / El viento no dice palabra, / pero los follajes de los grandes árboles / parecen conversar aún con las nubes” (p. 27).

Su estilo sigue siendo reflexivo, pero no pretende dar cátedra ni orientar a las masas. Eduardo prefiere escribir para sí mismo. Pareciera que encuentra cierto placer en ser su propio interlocutor: “Hay una extraña felicidad en este ir y venir / conmigo” (p. 39), “Siempre viví un poco más allá: / apartado incluso de mi corazón / y de mis fantasías / viví en la periferia / viví entre palabras / pero alejado de los discursos” (p. 44).

* Eduardo Zambrano. Geografía interior. Monterrey, N.L., Ediciones Caletita, 2013. 45 pp. (Colec. Las vaquitas flacas, 6). (Formato de bolsillo).

 

 

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