Gente rabiosa y tierna
(Entrevista a Margarita Hernández Contreras)
Carlos Rosas
Guadalajara.- Margarita Hernández Contreras es una apasionada de la palabra, ánimo comunicativo verificado en la conversación, en la traducción y, por supuesto, en la escritura. Puedo testificar su amor a la epístola y su práctica incansable en las décadas que el papel y el cartero lo permitieron, costumbre menguada por la inmediatez del correo electrónico, y los años, tal vez. Mujer rota y continente es el testimonio del gozo de hacer versos, de su sobrevivencia poética a la amargura de existir.
Mujer rota y continente, poemario que vio la luz en junio pasado al cobijo de las torres de la Catedral de Guadalajara y la editorial La Zonámbula, es la sangre memoriosa de una mujer que de niña se perdió en el mercado San Juan de Dios siguiendo a una marimba, de una adolescente que aprendió el albur como marca de casa y que supo que Pedro Infante sería el amor de su vida, aunque a José Alfredo ya lo llevaba en el alma.
Margarita Hernández Contreras acomodó a Billie Holiday en la banda sonora de más de alguno y su paladar nunca ha olvidado disfrutar de un “lonche de Amparito”. Cuando pudo, bebió cerveza, tomó más café y fumó decenas y decenas de cigarros que dieron marco con su espeso humo a la confesión íntima de la amistad, marcada por la ausencia del que se va para el Norte.
Aunque la poeta estuvo en Guadalajara para recoger su libro y visitar a amigos, esta conversación la concedió días después, desde Carrollton, Texas.
Carlos Rosas: ¿Tu experiencia de migrante se refleja en el poemario?
Sí, en la medida en que el ser migrante es una experiencia personal. No hay grandes declaraciones políticas ni socioeconómicas. Simplemente menciono las ciudades donde me ha tocado vivir que no son México. Hay un poema sobre México que escribí por allá en 1994, cuando se firmó con EUA y Canadá el Tratado de Libre Comercio. Me parece que este refleja un poco de tristeza y de resentimiento por el México de corrupciones, avaricia y engaños que de algún modo todos conocemos, el México que no ha sabido brindarnos un espacio digno y relativamente seguro para que podamos ser. Entre lágrimas el otro día le decía a mi marido que mi amor por México, su cultura y su gente es una cosa rabiosa y tierna.
¿Qué límites intelectuales o emocionales se tocan con el lenguaje?
Me parece que pretendemos asir lo inasible, sobre todo cuando uno escribe sus versos. Porque, ¿cómo defines la hondura del amor, cómo mides la extensión de nuestros sentimientos? Cómo describes la intensidad de un orgasmo, por ejemplo? El momento efímero en que ves el tronco de un árbol que te enamora? ¿Hay palabras para ello? Son todas estas cosas, creo, que pretendemos nombrar con el lenguaje; pero, de algún modo, siempre fallamos. No son solo los objetos, son nuestras relaciones con ellos, las que nos es difícil nombrar. Creo que ese es el motivo de la poesía.
¿Se transcienden esos límites?
En última instancia, creo que no, pero nos acercamos a lo sublime y a una mejor comprensión de lo que somos, ¿no?
¿El poemario es un testamento útil?
Para mí que sí, ¿de qué otra forma puedo dejar constancia de lo que soy, siento, pienso y vivo? Sólo tengo mis palabras.
¿La publicación de Mujer rota y continente ha sido un gesto de amor?
De amor, de desamor, de cuestionamiento y de definición.
¿Qué es lo esencial en la vida?
El cabrón amor y vivir nuestra soledad irrenunciable. Hacer las paces con ella. No nos gusta sabernos solos y lo estamos. El sentirnos unidos es una aspiración.
¿De qué se puede prescindir cuando se es joven?
Creo que todo joven tiene el deber de ser un ser cuestionador y revolucionario. Los jóvenes son la esencia a la que los adultos nos aferramos como náufragos. No sabemos aceptar la madurez, menos la vejez.
¿De qué se puede prescindir cuando se es viejo o se está enfermo?
De la soberbia, de la autosuficiencia, de creer que no necesitas de nadie. Necesitas hacerte de una dosis extra grande de humildad, tolerancia y renuncia y te lo digo como lisiada, sobreviviente de un accidente cerebrovascular que ha aprendido a vivir sin la funcionalidad de su mano y pierna izquierdas.
Compártenos una poesía de Mujer rota y continente.
Bien generosa yo, te ofrezco dos:
Agostos repetidos
soy monumento en los escombros del olvido
la ciudad y nuestra historia, diáfanas alguna vez
ahora son desiertos donde el silencio rueda
largo como la palabra agosto
¿qué tiene agosto que trastoca?
era una noche fría y solitaria en agosto
cuando en toronto te supiste solo, sin mí
la última vez que te vi en guadalajara
era otro agosto con su tarde de llovizna llorosa
soy monumento por el olvido devastado
en un valle con un horizonte de agostos repetidos
La belleza en lo cotidiano
tarde invernal de grises párpados
en la que te busqué llorosa
desconsolada por acumulados años sin ti
busqué menesterosa en mis venas
la sangre joven que me diste
volví la mirada hacia atrás
y me topé contigo entero
desdoblé recuerdos empeñosa
y volví a tener tu corazón entre mis manos
allí estás en el otro tiempo de mi vida
novio, ciego y virgen
tu carne tierna con olores de adolescencia apenas sacudida
orientado hacia mí, entonces tu único norte
*
pero en este tiempo de mi vida no te tengo
hablas otro idioma que no te conocí
tu cama ahuecas para otra intimidad
en otro vientre te siembras y lloras, lloran
lloramos otro corazón de latir interrumpido
a pesar de tu vida hecha quiero imaginarte
con necesidad de mí
buscándome en los sitios en que te habito:
la música, los libros, los niños,
la belleza en lo cotidiano:
en el crujiente otoño
en los vespertinos aromas del café
en las piedrecillas suavizadas por el río
en las manos campesinas por la tierra trabajadas
y en el corazón de durazno en la ventana