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1622 15 Julio 2014

 

Daños a la democracia
Lupita Rodríguez Martínez

Monterrey.- La intensa jornada de lucha en defensa de la democracia que se vivió la tarde noche del martes 8 de julio, adentro y afuera del Congreso del Estado, no sólo costó hombres y mujeres golpeadas, lesionadas, secuestradas y detenidas por elementos de Fuerza Civil, sino que concluyó con la traición del PRI al bloque que hizo con el Panal, PRD, PT e Independientes.

La disimulada confrontación entre PRI y el PAN terminó por evidenciar el amasiato que por años llevan los partidos caducos, pues aprobar la reforma electoral significó reiniciar su concubinato en el reparto de los poderes públicos de Nuevo León. Los une su idéntica ambición por adueñarse del poder a como dé lugar, a pesar de contar con doctrinas diferentes.

Los daños causados al Palacio Legislativo –vidrios rotos que el PRI-AN hoy usa como amenaza de desafuero y de linchamiento mediático contra los partidos minoritarios, sin reparar en las botellas de alcohol que introdujeron en plena Sesión, con la vista gorda policiaca–, no se comparan con los daños a la incipiente vida política democrática y pluripartidista del Estado, ya que el PRI se perfila a reinstaurar el monopartidismo a nivel estatal y federal.

Con la reforma electoral el PRI se potencializa para volver a los tiempos del partido casi único o, mejor dicho, de la dictadura perfecta. Por lo pronto, están en la fase de la repartición de bonos políticos y económicos, así como del ajuste de cuentas, donde el tricolor paga al blanquiazul los votos que otorgaron para poder privatizar el petróleo y la electricidad.

El PRI no solamente engañó, sino que en su compromiso por sacar al 100% las reformas estructurales, se dejó someter a los chantajes del PAN, debido a que todavía necesitan de sus votos para sacar adelante las leyes secundarias en materia energética y terminar así de entregar PEMEX y CFE a trasnacionales extranjeras, así como a encumbrados políticos nacionales.

La traición premeditada y alevosa fue en forma tan taimada, que al elevar el porcentaje mínimo del 1.5 a 3 por ciento de la votación para mantener el registro electoral y obtener una segunda diputación y regiduría por el principio de representación proporcional, el PRI y el PAN buscan eliminar a todos los partidos pequeños y toda la oposición en el Estado, pues ni siquiera darán oportunidad al lanzamiento de candidaturas independientes.

Por todo ello, la aprobación de la reforma política-electoral representa un retroceso grave para la democracia y atenta contra la pluralidad política lograda a través de intensas luchas que ha dado cuenta la historia.

Nuevo León será objeto del monopartidismo encabezado por el PRI y el PAN se equivoca al apoyar las reformas, ya que a final de cuentas también será afectado y ni siquiera habrá posibilidad de vivir un bipartidismo estilo norteamericano como ellos tanto anhelan.

El tema es de fondo. Significa sepultar la pluralidad democrática que tanto ha costado a los mexicanos y también a los nuevoleoneses.

Durante los 90 años de vida del PRI y los 80 del PAN lo que hoy sale a flote son sus peleas arregladas y sus pactos para imponer un bipartidismo, cuya visión es llegar al poder para quedarse y establecer prácticamente una dictadura peor que la de Porfirio Díaz.

No solamente los une su afán por la reelección, por recetarse casi 400% más de financiamiento público y por campañas más cortas y más costosas, sino también por condenar a partidos emergentes y candidatos independientes a competir en elecciones amañadas, desiguales e inequitativas.

Esta reforma regresiva no va a frenar los ímpetus de luchar por un gobierno plural, representativo, popular y democrático. Aunque el PRI-AN busquen eliminar a las oposiciones y frenar a los liderazgos independientes, es preciso recordarles que los grandes movimientos sociales, sindicales, obreros, campesinos, magisteriales, médicos y las misma guerrilla urbana y rural, fueron producto de los regímenes autoritarios que nos gobernaron en los 50s, 60s y 70s, asfixiando las libertades democráticas y cualquier disidencia, y que la única razón y entendimiento que prevalencia por esas tres décadas fue la fuerza policiaca y militar. Tal parece que hoy tenemos vestigios de que ese escenario político-social retornará.

Es lamentable que mientras en América Latina se vivan procesos de mayor apertura democrática y de gobiernos progresistas, en México vivamos un retroceso. Depende de todos los convencidos del pluralismo no permitirlo.

 

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