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1633 30 Julio 2014

 

¿Qué oculta la ley de hidrocarburos?
Samuel Schmidt

Ciudad de México.- En cualquier evento siempre hay más de una forma de verlo y por supuesto, de entenderlo. Esto depende en gran medida de la información disponible, que incluye conocer las intenciones que se ocultan con frecuencia. He intentado analizar el proceso de reforma del sector energético y no terminó de ver con claridad cuál es la premura del gobierno y sus asociados; tal vez el apresuramiento nos diga más de lo que escuchamos en los medios.

Usualmente, en un proceso de transformación radical se abre un lapso de análisis y debate tratando de involucrar a la mayor parte posible de la sociedad; las elecciones son un mecanismo ideal para realizar colectivamente esa discusión; si el proponente gana, entonces cuenta con consenso, de otra manera despierta dudas. Pero durante la pasada campaña presidencial el tema se ocultó para que no fuera materia del debate, y cuando se planteó se nos dieron cifras, muchas veces cuentas alegres, tal vez porque nunca se explicó cómo se llegaría a ellas. Si esta decisión tendrá un efecto tan drástico, acaso hubiera convenido que el análisis fuera más detallado, que se hiciera frente a la sociedad, pero eso ni siquiera se logró en el congreso, donde también se siguió una estrategia de fast track. Más grave es que se ha hecho todo lo posible para evitar la discusión; la ley de consulta popular, por ejemplo, se manejó para que el tema no se le pudiera llevar a la sociedad. ¿Por qué tal sigilo?

La política económica y el proceso de reforma parecen sustentarse sobre dos premisas que pueden ser falaces, lo que es muy serio, porque la falacia tendrá un fuerte impacto: 1) Estados Unidos nos arrastrará consigo cuando se recupere. Esto parte del hecho que la economía mexicana es dependiente de Estados Unidos y no hace falta hacer nada para buscar una vía independiente; aquella fuerza será mucho más poderosa, pero conviene ajustarnos a los requerimientos estadounidenses para ampliar y aprovechar la dependencia. Estados Unidos se está recuperando y la economía mexicana se sigue hundiendo; lo único que se beneficia con el crecimiento estadounidense son las empresas maquiladoras, cuyo impacto sistémico es más bien marginal y mientras el gobierno no hace nada.

2) Con las reformas el país recibirá una cantidad importante de inversión extranjera. Esto se sustenta en el supuesto que hay escasez de dinero en el país y hay una gran cantidad de dinero en el mundo dispuesto a invertirse, solamente hay que ponerle las bases necesarias para que se sienta a gusto. Aquí hay dos planteamientos falaces: dinero hay en el país, pero se destina al sector terciario, buscando convertirse en rentista; hay una cierta reticencia a arriesgar el dinero en actividades industriales, en las agrícolas ni se diga; hay fuertes cantidades de dinero que se mueven cual golondrinas buscando especulaciones de corto plazo, y esto normalmente se da en la bolsa de valores o los mercados de dinero, lo que normalmente no crea empleos y sí riqueza que se va del país.

No hay duda que en efecto hay inversionistas que están a la espera de condiciones con menos regulaciones para instalarse en países con ventajas comparativas, y México, solamente por tener pegado a Estados Unidos, ya cuenta con una gran ventaja, pero, ¿eso implica qué llegará el dinero esperado?

Es necesario tratar de especificar en qué consiste esa especificidad: México para atender problemas de miseria, desempleo y frenar la expulsión de población necesita crecer de forma sostenida por unos veinte años al 7 por ciento anual, y tal como van las cosas, eso cada día es más lejano, ya que al parecer las presiones se incrementarán porque conforme pasa el tiempo los ajustes a la expectativa de crecimiento van a la baja.

Parte de la publicidad que ofrecían las reformas insistía en beneficios para la sociedad que ya desaparecen del discurso, destaca la reducción de precios, y hasta se sugiere que éstos posiblemente aumenten.

En el fondo prevalece un discurso privatizador que se monta sobre la idea de gobernar con un gobierno adelgazado, lo que no solamente no sucede, sino que esos proponentes engordan los niveles mejor pagados del gobierno.

Lo que no encuentro son las ventajas de la privatización. Si los empresarios nacionales no invierten su dinero por timoratos, los únicos que quedan son los extranjeros: ¿cuál es la ventaja de entregarle un recurso estratégico al capital extranjero?

Hoy el país lo manejan escasas 29 familias; ¿qué sucederá con esta privatización?; ¿se reducirá ese número?; ¿aumentará? ¿Qué capacidad tendrán los gobiernos para poder articular un proyecto de desarrollo perdiendo el control sobre recursos estratégicos?

Estas no son preguntas que entraron al debate; su respuesta dará luz de la dirección a que nos lleva este proceso.

 

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