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1635 1 Agosto 2014

 

Sobrecarga informativa
Eloy Garza González

San Pedro Garza García.- La ciencia cognitiva puede iluminar las causas íntimas del temor que sufrimos muchos mexicanos a asumir riesgos y recelar de lo novedoso: se le llama sobrecarga informativa. Frente a la alteración emocional decidimos ubicarnos en la engañosa calma. Es una especie de efecto placebo: los cambios de fondo demandan procesar nuevas cargas informativas, gestionar variables que no teníamos contempladas. A muchos mexicanos no nos agrada emprender este proceso de adaptación.

Una buena explicación a la sobrecarga informativa que conllevan los cambios, la ofrece la Ley de Yerkes Dodson. Cuando se experimenta esa “sobrecarga”, los seres humanos elevamos nuestros niveles óptimos de excitación: así procesamos las nuevas tareas. Pero al mismo tiempo, esta excitación incómoda nos retorna a nuestros comportamientos dominantes, es decir, preferimos quedarnos donde estábamos.

Al final, nos vence la comodidad.

Otro mecanismos de defensa en contra del cambio, según la Ley de Yerkes Dodson consiste en asumir los estímulos novedosos como si ya los hubiésemos vivido. Nos bloqueamos a la necesidad de adaptarnos al nuevo entorno porque en el fondo es “más de lo mismo”. Se trata de un autoengaño que nos alivia el temor de lo impredecible. De manera que regresamos sin más a nuestras ideas preconcebidas, a las de siempre.

Un ejemplo de la Ley de Yerkes Dodson es la limitada capacidad del mexicano para adaptarse a las tecnologías de la información y la comunicación. Por comodidad no queremos vivir la curva de aprendizaje digital, porque suponemos que Internet y las redes sociales aumentarán los efectos de aislamiento social.

Sin embargo, está comprobado que tras dominar las nuevas herramientas y aplicaciones, estos efectos negativos se disuelven rápidamente. Tras el ajuste mental, llegamos a dominar la gestión de contenidos en línea y la socialización en Internet.

Aceptar los cambios con naturalidad y ser emprendedores es una asignatura pendiente en la sociedad mexicana. Cuando nos abramos a los nuevos entornos sin excesivo temor al riesgo podremos recuperar los valores perdidos y usar el capital social tan desperdiciado.

 

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