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1653 27 Agosto 2014

 

Poetas salvadoreños
Eligio Coronado

Monterrey.- La violencia se instala en el poema y desplaza la estética que nos circunda. El poema deja de ser recipiente cargado de belleza y se vuelve un detonante, tal como lo señala el español Gabriel Celaya (1911–1991) en su poema “La poesía es un arma cargada de futuro”: “Maldigo la poesía concebida como un lujo / cultural por los neutrales / que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. / Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse” (Cantos iberos, 1955).

En El paraíso destruido*, antología compilada por Otoniel Guevara (San Juan Opico, El Salvador, 1967), los poetas salvadoreños cantan a la inestabilidad sociopolítica y al hombre atrapado en ella: “me voy con mi música a otra parte, / ya lejos de tu hiel y tu veneno, / patria leve, que amé como a ninguna” (Ricardo Lindo. p. 147).

Cuando la muerte es una más de las noticias diarias, ese tema ya no importa y se buscan otros tópicos de interés: “Un hombre ha muerto. ¿Quién? No importa. Ha muerto. / Ha muerto… ¿en qué lugar? Tampoco importa” (David Escobar Galindo, p. 99), “Yo escribo el poema contra todos: / (…) porque todos, todos, todos / están muertos” (Otoniel Guevara, p. 117).

La extrema situación determina la existencia de estos poetas en todos los ámbitos: “Hay una generación / que aprendió a besar entre las balas, / que hizo su primera comunión / en los velorios. / (…) que se acostumbró / a la muerte, / al sabor de la sangre, / al estruendo de una tormenta de odio” (Aída Párraga, p. 185).

¿Y el país? ¿Qué papel juega? ¿Es la tabla de salvación o el botín de las ambiciones extranjeras?: “Nacer en una tierra medio muerta. / Crecer en un  país medio vendido. / No entender que uno es pueblo medio hundido / ni que arrastra una historia medio cierta” (Rafael Mendoza, p 173).

No habiendo paz, seguridad, confianza en el gobierno y una patria en bancarrota, ¿a qué se puede aferrar el hombre? ¿A la religión?: “¿dónde está Dios? / Hipotecado en el templo? / ¿En el bufete de las transacciones bancarias? / ¿En la huelga apagada con gases lacrimógenos?” (Luis Melgar Brizuela, p. 167), “cae su voz de ángel perdido / con cuatro Avemarías al derecho y un Credo al revés” (José Roberto Cea, p. 73).

Y pese a todo, los poetas salvadoreños siguen cantando: “yo descubro el sol / todos los días / y entre valles / volcanes / y despojos de guerra / avizoro la tierra prometida” (Claribel Alegría, p. 29), “Aquí sigo en la trinchera, / hija mía. / Como miles, no tenés tumba. / ¿Dónde dejo entonces / esta flor que llora?” (Ricardo Castrorrivas, p. 67), “hemos de soñar todavía / una vigilia más rápida, / en la que todos crean reconocer sus sueños, / y no el tedio de su larga muerte” (Carlos Santos, p. 205).

* Otoniel Guevara, comp. El paraíso destruido. 30 poetas contemporáneos de El Salvador. Monterrey, N.L.: Edit. UANL / Homo Scriptum, 2013. 207 pp. (Colec. Homo Scriptum / UANL.)

 

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