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1653 27 Agosto 2014

 

Crisis y salario mínimo
Carlos Villarreal

Monterrey.- Dos crisis, la primera, la crisis de la deuda en 1982-1983 y la segunda, la crisis bancaria en 1994-1995, son dos hechos fundamentales que han impactado la estructura económica de México: la mala distribución del ingreso nacional y la tendencia para el largo plazo, al estancamiento económico y al retroceso en el concierto de las naciones.

Sin duda, la crisis de la deuda fue la crisis de todas las crisis en cuanto al impacto al poder adquisitivo del salario mínimo y por lo tanto al resto de los salarios. En los años posteriores a la crisis de 1982, es decir, en los regímenes de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, los aumentos salariales se quedaron muy atrás de lo que fue la inflación. En esos tres primeros sexenios del priismo neoliberal, el salario perdió alrededor del 65 por ciento del poder adquisitivo.

Ese abandono del compromiso con los trabajadores del país, ha costado un permanente saqueo de los recursos pertenecientes al factor trabajo, por parte del factor capital.

Fueron tres sexenios decisivos en cuanto a una  política salarial totalmente negativa para la economía en su conjunto y para los trabajadores en general.
Entre 1983 y 1993, la productividad general del país se mantuvo estable, aunque cayó unos años más del 15 por ciento, esta terminó siendo solo un 10 ciento menor a los años anteriores a la crisis; 10 por ciento que se compara de manera dramática con un 65 por ciento de caída del poder adquisitivo de los salarios mínimos (que en automático se da en los salarios de la mayoría de los trabajadores del país).

No bastando lo anterior y a tan sólo doce años de la crisis de la deuda, estalla una nueva gran crisis económica, la crisis bancaria. Esta crisis significo “la puntilla” a los salarios; los salarios mínimos reales volvieron a caer drásticamente y a los 35 centavos de cada peso que le quedaban al salario, se le volvió a ajustar con una nueva caída de casi 30 por ciento a la baja en tan solo un año.

Posterior al “ajuste” aplicado por el presidente Zedillo, otro presidente priista neoliberal, los salarios se han mantenido estancados y no se han recuperado de este último golpe que le significó el estallido de la crisis bancaria de 1994-1995; y los sexenios de Fox y Calderón no pudieron ajustar más los salarios porque ya no había dónde ajustar. Estos, mantuvieron los salarios mínimos más bajos de América Latina, salvo Haití.

Es decir, el modelo económico aplicado todos estos años no propició la recuperación del poder adquisitivo mediante algún tipo de política salarial, propia de una conducción económica que procure el bienestar de los trabajadores y por lo tanto logre el desarrollo económico.

Los sexenios panistas se abocaron sólo a mantener el bajo nivel salarial sin actuar para resarcir el daño al Factor Trabajo, factor que en ningún sentido había propiciado la crisis económica; y según muestran todas las cifras, el Factor Capital en su conjunto, es el único ganador de las políticas de “ajuste” y de todas las crisis.

La economía, bajo ese modelo aplicado en los regímenes panistas, no iba a crecer nunca. Para ello, y ante el inminente impacto negativo en la economía  ocasionando por la crisis bancaria, debió haberse aplicado una política premeditada, planeada, para que paulatinamente y año con año, el salario  fuera al menos recuperando lo perdido durante la crisis del 94. La brecha entre la canasta que se podía adquirir en 1993 y los salarios fue creciendo, y  por ello los sexenios panistas fueron también un fracaso. Desaprovecharon la bonanza petrolera de esos años para apuntalar la economía del país y en ese contexto poder aumentar el poder adquisitivo de los trabajadores.

Hoy se debate si los salarios mínimos deben aumentar “por decreto”; los oficialistas, como el Banco de México, la SHCP y algunos representantes del sector empresarial afirman que no se deberían de aumentar; algunos –como yo–, pensamos que sí deberían de aumentarse, que en una política gradual para no impactar de golpe a los costos de las empresas, éstos deben aumentar. Sólo basta con reconocer que los salarios son el único factor de la producción que fue ajustado en las crisis señaladas.

Quedando aún la deuda histórica con los salarios, producto del golpe mayor sufrido del año 1976 a 1993, que cayó a sólo un 35 por ciento de lo que podía comprar en 1976. Esos sexenios de los ochentas y principios de los noventas fueron tres sexenios de “ajuste”; o diría yo, de desbarajuste del modelo económico que imperó antes de la crisis de la deuda en 1983.

Una política de recuperación salarial post-crisis, debería de haber sido  una obligada política económica que un gobierno responsable debe de realizar, en el entendido de que los trabajadores no fueron causantes en ningún sentido de la crisis de la deuda y mucho menos de la crisis bancaria.

Por ello, no tiene un lógica económica tal “ajuste” a los salarios y no puede declararse con simpleza que ahora, es un borrón y cuenta nueva, y que en adelante sí (ahora sí) se tomará en cuenta la productividad.

Es claro que la economía permanece en el estancamiento (y lo que no avanza, retrocede), debido precisamente a la ausencia de una política de salarios que sirva a su vez de pivote y de motor a la economía.

 

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