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1658 3 Septiembre 2014

 

 

El día de las lágrimas
Eligio Coronado

Monterrey.- En El día de las lágrimas*, Alan Huerta escribe sus poemas repitiendo versos. Esta estrategia es muy común entre los autores principiantes y en las canciones porque permite alargar los textos y enfatizar algunas ideas, pero no siempre les aporta musicalidad. De hecho, la lectura de estos poemas no es fluida por la falta de lógica del autor. Véanse estos inicios: “¿Ves cuando la sangre…? / ¿Ves?, / Entonces preferiste quitármela, / ¿Lo puedes ver?” (p. 19), “Alguna vez convergimos, / Nos unimos, / Y logramos vivir en el mismo planeta” (p. 51), “Recuérdame, sólo por no olvidarme; / Si las cosas no salen… ¡adelante! / Sigue buscando sangre / Pero recuérdame” (p. 56).

Tanta ingenuidad sólo es comprensible dada la juventud de Alan (Monterrey, N.L., 1990), pero no se justifica habiendo en la ciudad tantos talleres literarios. Una buena tallereada limaría el lastre de las incongruencias y rescataría los mejores segmentos.

Prolifera el desbocamiento por decir sin pensar, por echar por delante la imaginación sin medir los resultados, por soltar la pluma sin ajustarle la rienda de la inteligencia: “Y otra vez silencio, / Otra vez sólo silencio, / Solo con tu silencio. / Oigámoslo un rato… / (…) / ¿Ves como habla el silencio?” (p. 86), “nuestras almas viven juntas, / Son astronautas astrales / Que no conocen las dudas / Ni los errores, / Ni siquiera las caídas / Porque vuelan” (p. 67).

Qué bueno que cada autor tenga al menos un libro publicado, pero sería mejor publicarlo cuando la autocrítica haya nivelado la balanza de la vanidad para no publicar cualquier cosa: “Hay un charco empapado / Oculto en una pecera” (p. 33), “Yo te voy a dar mi aliento, / Mi aroma a cementerio” (p. 60), “Voy perdiendo la esperanza / Y aprendiendo que, / No porque haya meta / Es para que alguien se meta” (p. 54).

Dejemos que Alan siga ejerciendo su vocación para que pronto haya frutos trascendentes y no estos poemas impetuosos donde no hay rigor ni pulimento, sino simplemente una obra en una etapa muy elemental.

De sus cuarenta poemas, en treinta y siete de ellos se repiten versos: a veces una vez, a veces varias; a veces idénticos, a veces con leves variantes y a veces grupos de versos, como podemos ver en el poema “Reacciones químicas”: “Y ahora lo disperso / Se hace uno con nosotros, / Hay oscuridades / En que nos canta con guitarra” (p. 49, que se repite en la página 50 del mismo poema). Y en el poema “Terrestre” hallamos otro ejemplo: “Me adhiero a tus átomos, / Al libreto de tu génesis, / Me hago hasta la sombra de tu zapato” (p. 46, y repetido en la página 47 del mismo poema).

* Alan Huerta. El día de las lágrimas. Monterrey, N.L.: Edit. UANL, 2014. 89 pp. (Colec. Literatura de Estudiantes para Estudiantes: serie Poesía.)

 

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