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1681 6 Octubre 2014

 

 

Con la conciencia tranquila
Claudio Tapia

 

San Pedro Garza García.- El diario acontecer nos confronta con la sociedad creada por los regiomontanos. Hemos construido una comunidad que ha podido ser debido al costo de personas marginadas, desinformadas, desinteresadas; seres infelices, incapaces de llevar una vida tranquila, porque está amenazada por la ignorancia, la pobreza, la enfermedad, el crimen, la degradación ambiental y, como si esto fuera poco, por los llamados fenómenos naturales que son imprevisibles, según nos cuentan. Somos el penoso resultado de la inteligencia fracasada.

Lo que nos ocurre no es producto de la fatalidad ni es inevitable. Es resultado de nuestra conducta social y por tanto, no podemos declararnos inocentes. No tenemos razones para asumirnos víctimas de conductas ajenas y sin embargo, tenemos la conciencia tranquila.

Pero para tener la conciencia tranquila no basta con cumplir el prototipo impuesto por el discurso empresarial: ser trabajadores, ahorradores, francotes, buenos católicos, obedientes con los patrones, y leales y acríticos con los que detentan el poder económico y social. Para ser inocentes víctimas de lo que nos ocurre, no basta con cumplir el canon y abstenerse de cometer delitos en el reducido espacio que constituye nuestra engañosa zona de confort. Tendríamos que haber hecho algo más para sentirnos tranquilos.

La tranquilidad de conciencia que proviene de la certeza de que no somos los corruptos gobernantes que han tomado malas decisiones ni tampoco los voraces empresarios que han explotado los recursos naturales hasta provocar el colapso de la ciudad, no solo es reprobable por lo que ignora sino porque hace posible que continúe. Inexplicablemente, seguimos dando el voto a los primeros y el reconocimiento social a los segundos.

Nos contamos que podemos estar tranquilos porque nosotros no somos los que destruimos los bosques, ni mutilamos montañas, ni desviamos ríos, ni nos adueñamos del agua del subsuelo, ni contaminamos, ni construimos en lugares indebidos, ni nada por el estilo. Eso lo hacen los malos empresarios con la complicidad de políticos corruptos y por tanto, allá ellos y su conciencia. Qué le vamos a hacer. Nosotros no tenemos la culpa.

Incapaces de defender sus montañas, bosques, ríos, cañadas, áreas naturales y parques, las buenas conciencias regias se limitan a orar para que no nos caiga otra tormenta, no se produzcan derrumbes ni deslaves, no tiemble, ni nos enferme o mate la contaminación ambiental. También hacen llamados para auxiliar con caridad cristiana a los pobres que todo lo perdieron.

En un mundo estructuralmente malo, resulta fácil ser bueno. Tranquilos, pues.

 

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