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1715 21 Noviembre 2014

 

 

SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
Celebrar la revolución
Edilberto Cervantes Galván

 

Monterrey.- Un 20 de noviembre sin desfile militar, sin celebración de la Revolución Mexicana, podría ser congruente con quienes se preguntan o cuestionan qué sentido tiene celebrar la Revolución, si las principales banderas de ese movimiento ya no tienen vigencia; han sido abandonadas, cambiadas.

Dentro de tres años, en el 2017, se cumplirán cien años de la promulgación de la Constitución de 1917, el marco jurídico que facilitó el cambio social, económico y político que vivió nuestro país en las 5 décadas posteriores. Esas bases constitucionales han sido modificadas a fondo en las últimas décadas.
La inspiración popular de la revolución de hace 100 años ha quedado rezagada, con la implantación de un modelo económico que deja al mercado las decisiones para asignar los recursos.

Igual podría decirse de la revolución Rusa, cuya fase de conflicto fue contemporánea de la revolución mexicana. Lo que fue el régimen soviético, con toda la energía invertida en la construcción del socialismo, ya quedó en el olvido. La aspiración socialista ha sido sustituida por un proyecto capitalista.

La revolución de Mao TseTung en China y el régimen que instauró son ya también un recuerdo. El comunismo dejó de ser el aspecto central.  En Cuba, las graves dificultades de la economía están empujando reformas que introducen formas de propiedad y de esfuerzos productivos privados.

Estos cambios de rumbo, estos virajes, también se han producido en Europa, en dónde el régimen conocido como “estado de bienestar” (que se desarrolló sobre todo a partir del fin de la segunda guerra mundial) ha sido sustituido por un sistema que privilegia los criterios neoliberales.  

Las políticas económicas prevalecen por encima de las políticas sociales.
Este proceso se inició a nivel global a principios de los años setenta del siglo pasado; se le ha bautizado como la Revolución de los Ricos, ya que ha potenciado las tendencias a la concentración de la riqueza. Desde entonces se han dado cambios radicales, con la eliminación de esquemas de protección social y de las políticas con sentido social, Warren E, Buffet, inversionista exitoso, filántropo y una de las personas más ricas del Mundo, lo expresa de la siguiente manera: “Desde luego que hay una guerra de clases, pero es mi clase, la clase rica, la que la está haciendo y estamos ganando”. (Véase Tello, Carlos y Jorge Ibarra, 2012, La revolución de los ricos, Facultad de Economía, UNAM.)

El hecho es  que en términos de resultados, el desmantelamiento del estado de bienestar y de las políticas con sentido popular, no han logrado ni acelerar el crecimiento económico ni tampoco mejorar las condiciones generales de existencia de la población.

Las crisis económicas son recurrentes, con pérdidas y costos sociales dolorosos. Allí está el caso de Grecia y de España, por mencionar sólo dos ejemplos de crisis profundas.  O México en 1995. Con una pérdida de bienestar a nivel colectivo y con suicidios a nivel individual producto de políticas económicas insensibles. 

El politólogo estadounidense Francis Fukuyama señaló a principios de los años noventa, con la caída del régimen soviético, que llegaba el fin de las ideologías y con ello el fin de la historia, que en adelante la democracia liberal y el modo de producción capitalista serían la única opción.

En su momento, la revolución mexicana, como la rusa, fueron resultado de condiciones socio políticas internas asociadas a un contexto internacional; representan coyunturas históricas.

En estos primeros años del siglo XXI, con una economía globalizada y políticas nacionales homogéneas impulsadas por los organismos financieros internacionales, empiezan a surgir nuevos movimientos sociales y nuevos partidos políticos con banderas que trascienden las fronteras nacionales.   

 

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