Suscribete
 
1715 21 Noviembre 2014

 

 

El cansancio de Murillo Karam
Ernesto Hernández Norzagaray

 

Mazatlán.- Una regla no escrita en política mexicana, es que bajo ninguna circunstancia un funcionario de gobierno, puede decir públicamente que un problema de su responsabilidad lo cansa, porque no solo es una declaración de parte y ante eso relevo de pruebas, sino porque compromete también la capacidad e imagen del equipo de gobierno.

Ciertamente el paso de las semanas en un caso como el de Iguala desgasta y los funcionarios buscan dar vuelta a la hoja para continuar una agenda en condiciones de normalidad y sin tanta presión mediática.

Pero, eso no es tan sencillo, pues si bien hay asuntos que desaparecen por la falta de resonancia, lejanía, localismo, intimidación o silencio cómplice; también hay otros, que rápidamente tienen mucho vuelo mediático gracias a su significación y las redes sociales que están alerta.

Casos como el de los normalistas son especialmente sensibles en la opinión pública y es imposible desaparecerlos por su dramatismo que encarnan la corrupción, impunidad e injusticia que alcanza a toda la sociedad.

Es ahí donde radican los graves errores de cálculo de los asesores de Peña Nieto y el gabinete judicial que intentaron regionalizarlo con un pobre manejo de los muertos y desaparecidos de Iguala.

Se le buscó minimizarlo hablando lo indispensable y manejándolo con una docena de boletines de prensa y en el pecado llevaron la penitencia, la tragedia escaló en forma exponencial y se irradió penosamente por el mundo.

Cerrar el caso
Quizá, por eso, la decisión del Presidente Peña Nieto de cerrar el caso después que se presentó a José Luis Abarca y María de los Ángeles Pineda, mediante dos medidas que han causado un revuelo político: Una, que el procurador salga a dar una conferencia de prensa donde no se permitían preguntas sobre los resultados de la investigación qué apuntan a qué los 43 jóvenes habrían sido asesinados y calcinados y sus restos depositados  en la corriente del río Cocula para que este hiciera de su trabajo de desaparición y, Dos, que el Presidente tomara el súper avión presidencial con destino a  China  y Australia donde cubrirá una agenda de compromisos económicos.  

Ambas decisiones son una apuesta muy riesgosa porque el reconocimiento oficial de la muerte de los jóvenes normalistas sin certeza no significa que todo está amarrado pues, como lo destaca una nota de El País, existen varios cabos sueltos qué podrían cambiar la versión oficial de los hechos descritos o la duda que circula en las redes que la explicación de Murillo Karam es insostenible técnicamente y contraria al sentido común.

Y es que después de dejar pasar el tiempo impunemente con altos costos, vinieron las prisas para cerrar el caso que crecía negativamente en el ámbito internacional y trastocaban la imagen de México como “país de leyes” que se necesita para seguir vendiendo las reformas estructurales como un acto de modernidad económica y política.

Para el gobierno el caso está cerrado y en su cálculo solo quedarían secuelas que terminaran languideciendo hasta ser sepultadas mediáticamente por otros temas de la agenda nacional de fin de año  (por ejemplo, la caída de los precios del petróleo, los procesos electorales en marcha o los efectos de la reforma fiscal) que se buscara instalar en las próximas semanas.

Desafío
De ahí que un gran desafío para los familiares de los jóvenes muertos y desaparecidos, las organizaciones de derechos humanos y los activistas de las movilizaciones estatales, es sostener el tema como una lucha justa por vías institucionales hasta el total esclarecimiento del caso Iguala, la detención y procesamiento de los culpables hasta hacer realidad la máxima utópica de “ni uno más”.

Las movilizaciones que se han conducido en apego a los derechos constitucionales de manifestación tiene enemigos, dentro y fuera del gobierno, el sábado pasado una gran marcha en la ciudad de México terminó con la quema de una de las puertas de Palacio Nacional y en Chilpancingo las cosas no están mejor por los constantes ataques a los establecimientos y bienes públicos.

La imagen de la puerta de Palacio Nacional en llamas dio vuelta al mundo y tengo serias dudas si ese tipo de acciones ayudan a la lucha por el esclarecimiento total de los hechos o si esto significa el giro que necesitan las fuerzas del gobierno para restablecer el orden en las calles. 

Ciertamente una decisión de este tipo perjudicaría aún más la imagen del gobierno mexicano para presentarse represivo, pero esto tampoco significa un triunfo de las fuerzas que plantean el fin de la impunidad y el llamado de justicia para todos.

La provocación de esa noche podría terminar desfigurando la imagen de un movimiento que su principal fortaleza radica en el imperativo ético en materia de derechos humanos.

Esto ocurre además después de la conferencia de prensa de Murillo Karam y así, unas horas antes las imágenes que dominaban los medios eran los rostros de los detenidos y los padres de familia, luego eran los encapuchados y las llamas. La pregunta que no hacemos algunos es: ¿y mañana qué será?
Seguramente los padres de los normalistas muertos y desaparecidos ven con asombro y desconcierto las imágenes incendiarias, no terminan de explicarse que eso suceda en aras de la aparición de sus hijos, y seguramente eso le quita el sueño al mismo Murillo Karam que ve como el cierre administrativo del caso se cae a unas horas de la conferencia de prensa.

Hay sin duda mucha indignación por los muertos, desaparecidos y por el estado en general del país que todos los días vive la zozobra con nuevos asesinatos ante el pasmo de la autoridad, sin embargo,  los sucesos del Zócalo  no se le puede ver en clave de espontaneidad.

Hay quien desea radicalizar las acciones y eso abre otras hipótesis sobre el posible desenlace en los acontecimientos de Iguala. En esos actos hay organizaciones y organización. No solo indignados solitarios. No sólo quienes reclaman justicia. No sólo impotentes ante la ausencia de autoridad. No sólo deudos sin justicia.

Quien sea el que se encuentre detrás busca provocar otro escenario y provocar desenlaces duros, como ese deseo expreso de un dirigente juvenil del PRI, que invoca irritado a Gustavo Díaz Ordaz para poner orden en el país de jóvenes y estudiantes. 

En definitiva, el país luego de los acontecimientos trágicos de Iguala adopta una espesura inesperada en un país que ciertamente está acostumbrado a que los hombres y mujeres del poder se comporten con autismo, frivolidad, desdén, corrupción y desfachatez y la excepción a la regla es que lo pudieran hacer con prontitud, sensibilidad, eficacia y justicia.

Entonces la expresión de cansancio del Procurador Murillo Karam no sólo asombra sino constata fehacientemente lo que todos sabemos o intuimos sobre los funcionarios públicos o peor todavía que todo terminó por complicarse más de lo esperado. Y eso cansa, ni duda cabe, mientras Peña Nieto y su séquito emprende el vuelo a China a deslumbrase con la Gran Muralla y la plaza de Tiananmenn.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com