El yo inflado de los políticos
Eloy Garza González

San Pedro Garza García.- Doctor Pasavento es una de las mejores novelas del escritor español Enrique Vila-Mata. El personaje principal intenta desaparecer ante los ojos del mundo y vivir alejado de su identidad social.

Despedirse del entorno social que a uno lo rodea es desprenderse de la biografía personal y dejar de ser percibido. ¿Dejar de ser?

La ciencia ha demostrado que la conciencia es el resultado de una red de procesos neuroquímicos. ¿Entonces se deja de ser cuando uno se libera del ser? La respuesta puede ser la nada, esa condición de no-ser. Según los budistas, hay que liberarnos de las falsas capas del yo y tener la voluntad (o más bien la falta de voluntad) de frenar el crecimiento del ego en el proceso de formación de la personalidad. Así quiso hacerlo en su internamiento del Hospital Herisau el escritor demente Robert Walser, personaje de Vila-Mata y a su vez, un gran escritor poco conocido.

El Walser auténtico escribió: “Si alguna vez una mano, una oportunidad, una ola, me levantase, y me llevase hacia lo alto, allí donde impera el poder y el prestigio, haría pedazos a las circunstancias que me hubieran llevado hasta allí y me arrojaría yo mismo hacia abajo, hacia las ínfimas e insignificantes tinieblas. Sólo en las regiones inferiores consigo respirar”.

¿Pero será fácil dejar nuestra identidad? Según los budistas: nos pasamos la mitad de la vida creando un ego y la otra mitad de la vida derrumbándolo. Ahora bien, creo que no se inventa un ego conviviendo con el mundo; se inventa un ego para instalarse más cómodamente en el mundo. El remedio para acabar con la personalidad propia no consiste en tomar distancia, sino en no abrirse de capa a las vanidades del mundo. Si uno se quita honores y famas, es decir, si se despoja de autoelogios, el ego desaparecerá. Esta sanación es problema para los políticos que viven de la fama pública, además de vivir de los impuestos.