Suscribete
 
1746 5 Enero 2014

 

 

Adiós al 2014
Ernesto Hernández Norzagaray

 

A la memoria del gran Cuco Haro

 

Mazatlán.- Cuando este texto salga publicado ya estaremos en los pasillos fríos del 2015. Atrás habrá quedado el tormentoso 2014, con sus secuelas imborrables.

Le sobrevive a esos doce meses la memoria fresca de las noticias que nos sobresaltaron y nos dejaron marcados, si no para siempre, al menos sí serán parte de nuestras alegrías y pesadillas. Adelante están los 365 días que son una promesa o una maldición, según quien lo vea y sienta, o cómo le haya ido en la fiesta del año que murió.

Más allá de nuestras debilidades humanas y más acá de nuestra percepción de la realidad dramática que surge después de Iguala. Y es que, al menos yo, tuve una larga noche y por fortuna empieza a verse una luz en el horizonte. He visto cómo se van voces poderosas como la del Gabo García Márquez, José Emilio Pacheco, o Juan Gelman; ¿qué hace que estuvo el poeta argentino en casa con Lorena, Patricia, Karla, José Ángel, Carlos, Juanjo, Pedro y Walfer?; ahí estaba compartiendo la pasta y el salmón, el whiskey y el vino, los recuerdos buenos y la risa.

China y los libros
Luego el viaje a China, que me reveló cuan diferentes somos frente a esos pueblos de culturas antiguas. Qué país. Milenario y ultramoderno. Nada es pequeño, todo es grande. Deng Xiaoping lo pensó para varias generaciones como corresponde a un estadista, que mucha falta nos hace en México y no vemos para cuando. Y es que nuestros políticos y también empresarios, no ven más allá del bolsillo, les gana el aquí y el ahora. Su visión parece agotarse en una casa de millones de dólares o un Porsche amarillo, que en su ambición se ve vulgar. Pero China también es dolor, pero no sólo por la contaminación de Pekín o Shangai, sino por esa historia (o historias) que entrelaza magistralmente Jung Chang en su testimonio novela: Cisnes Salvajes. Tres mujeres (abuela, madre, hija) que son un caleidoscopio de la China feudal, comunista y postcomunista.

Somos los libros que leemos y no se diga los que escribimos; o quizá somos ya algo de la renuncia de Henry Miller: “Deje de leer libros, para empezar a leer rostros”. Nuestros viajes interiores y los que nos llevan por el mundo. Esos caminos escabrosos que nos revelan lo efímero de la vida y lo frágil del cuerpo humano. La maldad humana que se vuelve normal de tanto repetirse. Lo valioso de la pasión, pues una vida sin ella es hueca, sin sentido, vacía. Quizá por eso los grandes se reinventan cada día con lo que les llena. Lo bello, lo sublime; lo dramático o lo trágico. Pero no es un horizonte plano, predeterminado, o un antídoto automático de liberación, está construido con el dolor de la eterna contradicción entre la vida y la muerte. Libertad o cautiverio. La lucha constante por flotar en un mundo difícil. Inasible. Con sus desgarramientos constantes. El ir y venir, como el mito de Sísifo, como una maldición, que nos alcanza cada día. Por eso la vida no acepta engaños o subterfugios.

El imperio de la banalidad
Los mundos virtuales en los que hoy estamos inmersos no sustituyen la realidad, sino solo la complementan. Para bien o para mal. Son los medios de un mercado donde cada quien escoge lo que quiere. Se une a quien quiere. Comparte con quien quiere. Hasta hace de ello su vida más íntima, más secreta. Es el nuevo capitalismo revelado por Vicente Verdú, el sociólogo catalán, quien nos ubica en un espacio donde ya no solo son las mercancías que satisfacen necesidades del hogar, de transporte, alimentos o vestir, sino ahora estamos ante un capitalismo que al tiempo que satisface necesidades está destinado a crear la sensación de placer con su toque de sensualidad. De comodidad, de estar bien y no complicarse la vida. Ir al mall y vagar sin rumbo en una atmósfera donde la forma de la ficción lo impregna todo. Busca aliviar de los problemas y causar la sensación de relax, así sea momentáneo. Y luego volver al mundo real, el de las colas, las deudas, los embotellamientos, las malas noticias.

Ese mundo terrible donde desaparecen estudiantes y la gente sale a protestar, y los medios manipulan para servir deglutidos a los grandes públicos, con una insana visión comunitaria. Eso nos deja el 2014, aunque viene de lejos, y nosotros la mayoría, lo sabemos pero nos dejamos llevar como una pluma por el viento. Bien lo escribió Vargas Llosa en La Civilización del Espectáculo: todo se nos banalizó. Se nos volvió efímero y fugaz. La política, para no ir muy lejos, se volvió espectáculo, los políticos quieren ser guapos y saludables, como Brad Pitt, o comediantes en sus baños de pueblo, como el inolvidable Bob Hope; y hasta correr en maratones, para demostrar que no sólo los kenianos ganan. Llevar una doble vida. Un doble discurso. Uno para la calle, otro para lo íntimo, lo personal, lo familiar. Se olvidan que la vida política es vida pública. Quizá por eso el enojo. La irritación ante la protesta y el reclamo de la plebe. De los medios alternativos y los que no respetan el candor de la política bien pagada. Que están ahí, al acecho, para salvaguardar algo de la decencia que siempre debe existir en la política.

Pero 2014, como nunca, demostró que están equivocados. Que la irritación y la irreverencia frente al poder tomó la calle. Que no asusta el riesgo y la amenaza. Que van con todo en las redes y avenidas; en la palabra emitida o escrita. Que llegan a todos los rincones de la patria. Y si todavía falta, ahí están esas muestras de solidaridad por el mundo, que dejan de preocupar y hasta confundir a los hombres y mujeres del poder. Que no saben cómo reaccionar y evitarlas. Algunos desesperados piensan controlar la emisión de mensajes en las redes y otros, como el gobernador de Sinaloa, imponer una ley mordaza. Que se fue al caño, ante el empuje ciudadano, que dijo basta a los excesos del tercer piso.

La corrupción y la impunidad
Nuevas batallas vendrán en 2015 y mayor será la resistencia de quienes detentan los privilegios en este país tan desigual como ofensivo para los más jodidos. Que exige cambios de fondo. Por eso la lógica de que ante las crisis un decálogo de buenas intenciones está agotado, nadie lo cree, como recientemente ha ocurrido. Y es que la gente está esperando que caigan los corruptos que han sido enjuiciados mediáticamente. Que están identificados. Pero, cómo, si la sospecha cae sobre el Presidente y su esposa. El Secretario de Hacienda o los Salinas. Es ahí donde se desbarata el discurso de “caiga quien caiga” y aparece en todo su esplendor la impunidad del poder. Lo que muestra nuestra incapacidad para salir del hoyo de las complicidades. Del yo te doy y tú me das. Del “me vale que se sepa”. Si al final lo que impera es lo que se desprende de la nueva versión lopezportillista de que la “corrupción somos todos”, y ahora ésta es “cultural”, o sea, es parte del ser nacional. Y entonces, para qué preocuparse, en todo caso que se estudie por los antropólogos.

En fin, llega el 2015, y es volver como Sísifo a emprender de nuevo el camino interminable de buscar no el perdón de los dioses, sino algo más sencillo: un poco de decencia en la vida nacional. Así sea.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com