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1757 20 Enero 2014

 

 

Un año perdido
Samuel Schmidt

 

Ciudad de México.- 2015 será un año perdido para reflexionar sobre las medidas que requiere la economía mexicana. El gobierno mexicano se convirtió en haragán fiscalmente hablando.

Acostumbrado a que los segmentos más ricos no pagan impuestos se concentró en gravar a los causantes atados, a los empleados que se les descuenta impuestos por nómina. Estos causantes sostienen el mercado interno de consumo, así que a mayor carga fiscal menor derrama de dinero al mercado. Para compensar la falta de recursos el gobierno optó por endeudarse generando un problema de deuda sustancial porque se pedía prestado para pagar lo que se debía y poco de ese dinero encontraba su camino hacia la construcción de infraestructura. Este proceso se multiplica ahora con Estados y municipios pidiendo prestado.

Pero en eso llegó el petróleo, y un gobierno flojo para innovar lo fiscal se volvió rentista haciéndose dependiente del petróleo. Conforme pasaban los años el precio del petróleo aumentaba, lo que reforzaba el rentismo y la flojera, aunque se esfumaba la posibilidad de usar al petróleo como instrumento de desarrollo nacional.

Hace mucho tiempo que este esquema ha llegado a su límite, de aumentarse la carga fiscal a los asalariados, se golpeará más al mercado interno, el que ha sufrido un golpe demoledor con los tratados comerciales, porque se ha abierto la puerta a mercancías extranjeras minándose la producción nacional (el déficit de productos intermedios alcanzó los 101 mil 958 millones de dólares en 2014); con esto crece el sector terciario cuya necesidad de reinversión es menor y cuyas ganancias se concentran socialmente. México ha llegado a la paradoja de ver crecer el número de multimillonarios acompañado de un crecimiento escandaloso de la pobreza y su calidad, entre otras cosas, es tal vez el país que más población expulsa teniendo condiciones de paz.

De alguna manera el gobierno ha logrado manejar la deuda externa, especialmente porque el petróleo y las maquiladoras han generado dólares que han permitido crear grandes reservas internacionales y amortizar la deuda; no así con la deuda interna cuya dimensión es muy preocupante, especialmente por su acelerada tasa de crecimiento.

Y ahora por si algo faltaba el precio del petróleo se ha derrumbado y es posible que siga cayendo. En un acto afortunado, el gobierno compró un seguro de cobertura petrolera que ayudó a cubrir parte de la caída estrepitosa del precio del crudo (el gobierno no informa de cuánto dinero se trata), pero ya reconocieron que para el 2016 no solamente no habrá más cobertura y la prima seguramente será muy alta. Con una planeación basada en las cifras de recaudación pensadas con un barril cercano a los 80 dólares, para 2016 no tendrán sentido porque se habrá generado un boquete enorme. Pero el gobierno continúa con su flojera mental para repensar el sistema fiscal y seguramente buscará aumentar más los impuestos.

El problema de los impuestos es que deben tener un límite respecto a su impacto sobre la economía en general. Llega un momento en que la sociedad reclama más y mejores usos del dinero mientras observa burocracias gigantescas, magnánimamente pagadas y extremadamente ineficientes. Podemos compararnos con países donde el impuesto personal llega al 60% pero que cuentan con magníficos sistemas de salud, educación e infraestructura. En los que México es deficitario.

El secretario de Hacienda ya declaró que el modelo funciona, para el lo central es tener una macroeconomía estable, la pregunta es a qué precio se asegura este objetivo. Con esta visión, jugarán con el gasto público, lo recortaran golpeando a la economía especialmente por el peso del sector público y tendremos tasas de crecimiento reducidas, ya hay organismos internacionales ajustando a la baja esta expectativa para el año.

El gobierno tiene la oportunidad de repensar el modelo fiscal y generar una verdadera reforma fiscal, la que puede contener los siguiente:
Reducir impuestos de tal forma que se derrame dinero productivo al mercado.

Modificar las cargas fiscales, transfiriéndoselas hacia los capitales.
Ampliar las bases de contribuyentes aunque tengan cargas reducidas, especialmente aquellos grupos que no pagan impuestos. Se puede regularizar la economía informal haciendo que le contribuyan legalmente al fisco en lugar de que paguen la extorsión de inspectores y criminales.

Liberarnos del petróleo, usando esos recursos para impulsar el crecimiento regional, lo que implicará mayores recursos fiscales.

Enflacar los mega sueldos de la burocracia y acotar gastos suntuarios. Si los funcionarios creen que pueden ganar mejor en el sector privado que se vayan, y que lleguen aquellos que tengan vocación social.

Y la más definitiva. Combatir con toda energía la corrupción.

Hay que dejar de cuidar los centavos para cuidar los pesos; el interés nacional debe ir por arriba del apetito de los políticos.

 

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