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1765 30 Enero 2015

 

 

HORIZONTE CIUDADANO
Embarazo precoz
Rosa Esther Beltrán Enríquez

 

Saltillo.- Hace siete días, el gobierno de la República, a través de la Sedesol, presentó el Programa, Estrategia Nacional de Prevención del Embarazo Adolescente (ENPEA).

El cual contiene metas bastante ambiciosas,  como disminuir a cero la tasa de fecundidad en el grupo de edad de niñas de 10 a 14 años, objetivo que de cumplirse, significaría  frenar de tajo esta perniciosa tendencia creciente que implica una tragedia que suspende los derechos humanos de las niñas afectadas, destroza sus sueños y las expone a un futuro incierto por los riesgos en su salud.

Ante este añejo problema de salud pública, el programa es tardío, porque ya antes del siglo 21 se había informado de su incremento y su agudización, así como de los impactos psicosociales, como la deserción escolar, mayor número de hijos/as, desempleo, fracaso en la relación de pareja e ingresos económicos inferiores de por vida.

En la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) de 2012, se destaca que entre 2005 y 2011 los embarazos adolescentes aumentaron de 30 a 37 por cada mil mujeres mexicanas y el año pasado la ONU colocaba a México en el primer lugar de embarazos precoces. Coahuila se ha mantenido también durante varios años entre los primeros lugares de incidencia de embarazos precoces.

El Programa, ENPEA que pretende reducir a la mitad los embarazos adolescentes en los próximos 15 años no servirá si carece de la educación sexual integral que se requiere desde preescolar hasta bachillerato, aunque el programa sí incluye modificar la currícula escolar en todos los niveles y modalidades educativas (incluidos bachilleratos), la realidad es que en 30 años no han sido actualizados los temas de derechos sexuales y reproductivos, por lo que son indispensables cursos formales,  en los planes de estudio al menos para profesores de educación cívica y ética y ciencias naturales.

Hay inercias culturales que se resisten al cambio, una de ellas es la “convicción” de que la mujer nació para tener hijos y el hombre para engendrar, esta creencia es más fuerte en los estratos sociales bajos, ahí predominan prácticas ancestrales, las expectativas las dicta  el medio social, ahí la maternidad se puede presentar por inercia, es decir, sin un proceso planeado y reflexivo de las responsabilidades que implica traer un hijo al mundo.

En cambio, según estudios recientes,  en adolescentes que viven con niveles educativos y económicos medios, y tienen mejores opciones para vivir su segunda década de vida, se retrasará significativamente la edad de la primera unión y la maternidad, ellas representan un potencial de acción donde la educación integral de la sexualidad puede hacer la diferencia entre embarazos no deseados o los  responsablemente aceptados y planeados.

Es loable que el programa comentado se realice en apego al a la Constitución que establece, “…dicha educación será laica, se mantendrá por completo ajena a cualquier doctrina religiosa; se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios” (Art. 3°).

Es igualmente importante que en el programa se incluyan el reconocimiento de las desigualdades sociales, la discriminación, la violencia en el noviazgo, el abuso,  la trata y la perspectiva de género, como parte del reconocimiento de que el embarazo no solamente se vincula a la falta de información, las niñas y adolescentes violadas deben saber sobre su derecho a interrumpir el embarazo, tal como lo contemplan todos los códigos penales del país y que se necesita disminuir la deserción o abandono escolar y sostener la asistencia a la escuela de niñas, niños y adolescentes, incluyendo también a aquellas que ya son madres.

 

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