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1775 13 Febrero 2015

 

 

Autoritarismos subnacionales y democracias delegativas
Víctor Reynoso

 

Puebla.- Con las democracias de la Tercera Ola surgió entre otras la cuestión de los “autoritarismos subnacionales”: sistemas autoritarios regionales o locales que funcionan dentro de naciones que son democráticas. En América Latina destacan los casos de Argentina, Brasil y México. Son los tres federalismos más importantes de la región, y aunque su sistema nacional puede considerarse democrático, mantienen provincias o entidades regionales con sistemas autoritarios.

Las bases de esos sistemas autoritarios son muy diversas. En algunos casos hay personajes, los típicos caciques, con controlan los “recursos políticos” de la región y pueden, ellos directamente o a través de su grupo, ejercer el poder de manera autoritaria. Hay otros casos de sistemas hegemónicos locales, es decir, de partidos políticos que son capaces de controlar los mecanismos electorales formales e informales y así ganar las elecciones.

El caso mexicano, los autoritarismos subnacionales en México, no caen dentro de ninguno de estos dos tipos. No quedan en el país, aparentemente, grupos locales capaces de controlar al poder político en un estado, de imponer y controlar a gobernadores. Debido a que la legislación electoral federal, desde la reforma de 1996, interviene en la organización y supervisión de las elecciones locales, tampoco ha sido posible mantener sistemas hegemónicos locales.

Pero sí hay gubernaturas que se ejercen de manera autoritaria. El caso más estudiado es el de Oaxaca. Ahí el gobernador José Murat (1998-2004) reprimió y controló a sus opositores, en los partidos políticos y en la prensa. Al estilo del viejo PRI impuso a su sucesor, su colaborador Ulises Ruiz. Ruiz trató de mantener el estilo autoritario de su sucesor, pero con menos suerte. Quizá tuvo menos talento, pero también el contexto había cambiado. En el sexenio de Fox (2000-2006) los gobernadores priistas fueron interlocutores del gobierno federal, que requería del priismo para realizar las reformas constitucionales que se había propuesto. Con Calderón esa interlocución se mantuvo, pero debilitada, y fue posible que el partido del presidente, el PAN, fuera en alianza con el PRD y otros partidos contra el PRI en cinco estados.

En 2010 el PRI perdió por primera vez la gubernatura de Oaxaca. Algo imposible en un sistema hegemónico. La alternancia es posible en los estados mexicanos. ¿Acaba esto con los autoritarismos locales? No. Un ejemplo sería el caso de Sonora. En 2009 se da por primera vez la alternancia en ese estado, y el panista Guillermo Padrés es electo gobernador. Su gobierno ha dado lugar a varios escándalos, entre otros el de haber construido de manera ilegal una presa en un rancho propiedad de su familia. En una decisión extrema, comprensible sólo si se ve como un desplante autoritario, Padrés trató de expulsar de su estado a delegados federales que consideraba molestos.

La alternancia no garantiza la democracia. O bien puede dar lugar a una democracia mermada, aquella que Guillermo O´Donnell conceptualizó como democracia delegativa: se elige democráticamente al gobernante, pero durante seis años se le “delega” el poder, se le permite actuar de manera autoritaria. Y solo se le piden cuentas, de una manera vaga e imprecisa, en la siguiente elección. Si actuó muy mal, será sancionado por la opinión pública (son numerosos los casos en el país: Humberto Moreira, Fidel Herrera, Mario Marín, Murat y Ruiz de Oaxaca). Pero una democracia de calidad exigiría algo más: medios para evitar los autoritarismos locales, y sancionarlos en su caso.

Es una de las muchas agendas pendientes en el país. Exige diversos cambios, en la política y en la sociedad. Uno de ellos es fortalecer a los poderes legislativos locales, hoy fácilmente controlables por los gobernadores. La relección inmediata de los diputados podría contribuir a esa fortaleza y la consiguiente autonomía. A ver.

 

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