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1782 24 Febrero 2015

 

 

Retroceso ciudadano
Samuel Schmidt

 

Ciudad de México.- Cuando estaba haciendo campaña para comisionado del IFAI, un senador me dijo: “Esto es un reparto entre partidos.” Su honestidad me regresó a la realidad y sirvió para modificar mi optimismo; no importan tus méritos, lo que cuenta es un intercambio de poder.

El senador tuvo razón; en efecto, la configuración del Instituto fue un reparto de cuotas entre partidos políticos. El partido mayoritario se quedó con más lugares y fue bajando según su peso en el senado. Los partidos bonsái, por su tamaño, no recibieron nada. Cuando el proceso se cerró, me ofrecieron una posición en el instituto, con la esperanza de que para la próxima ronda me impulsaran desde adentro; me imagino que sería parte del reparto de cuotas, pero me quedaba claro que las cuotas se agotan coyunturalmente y en el nuevo proceso, son nuevas reglas de negociación; es muy riesgoso apostar al futuro con la veleidad de los partidos.

Como era de esperarse, los escándalos no se han hecho esperar: hay desde abusos laborales derivados del reparto del poder, y los partidos que negociaron las cuotas, ahora se quejan por el desastre, del que son cómplices. Parecen no entender que las culpas de un sistema tambaleante no son endosables a los que llevaron mano a la hora de la negociación.

Si esa fuera la situación en el IFAI no habría problema, pero resulta que el Instituto Nacional Electoral, justo en la coyuntura pre electoral, empezó a registrar conflictos; los partidos políticos denuncian una inclinación pro priista de un bloque de consejeros, lo que era de esperarse, y el presidente del Instituto, que al parecer negoció su nombramiento en Los Pinos (así lo sugirieron algunas columnas políticas) ha declarado la dificultad para gobernar el organismo. Por demás está recordar que no sucedió nada con los escándalos de corrupción, a los que al parecer les echaron tierra, pero ahora llegamos a la gravedad de que la partidización del instituto haga que se levanten de la mesa de negociación los partidos que no ganaron con el reparto protestando porque la negociación produjo el resultado previsto; no debe sorprender que se levanten de la mesa aquellos que son cómplices del reparto de cuotas. ¿Serán optimistas como para pensar que generar cuotas produce equidad e igualdad de oportunidades para la hora de inclinar la balanza?, ¿por qué simular que se sorprenden cuando entregaron el poder a cambio de posiciones?

La creación de órganos ciudadanos surgió por el desgaste del gobierno, que acarreó un enorme déficit de legitimidad; algunas decisiones cruciales para la creación de consenso se habían viciado y no tenían reparación; el fraude electoral, por ejemplo, marcaba al sistema político, tirando por los suelos la credibilidad gubernamental. En su momento la jugada fue inteligente, le quitaron el control de procesos clave al gobierno (elecciones y transparencia) y simularon dárselos a la sociedad; esa era una señal de progreso y honestidad política; el problema es que la simulación se desenmascaró muy rápido.

La creación del IFE fue bajo la influencia de un grupo de intelectuales orgánicos del PRI y el peso de ciertos grupos de interés económico; la suerte del gobierno es que el IFE inicial fue cómplice de las manipulaciones electorales del gobierno, pero lo hicieron con inteligencia y discreción. El IFAI funcionó relativamente bien, hasta que los apetitos de poder sacaron a la luz pública los peores instintos de los comisionados. Y es que no hay razón para pensar que los comisionados estén exentos de los valores de la cultura autoritaria, de la cual por lo visto, a la menor provocación sale a relucir la ambición desmedida de dinero y poder, que se refuerzan por la ausencia de mecanismos de vigilancia, ya que están muy lejos de la ciudadanía y muy cerca del poder político. Parafraseando la vieja máxima: pobres de los comisionados ciudadanos, tan lejos del pueblo y la ciudadanía y tan cerca de los partidos que los pusieron.

Aunque México tiene un sistema federal, que en el papel es casi impecable, en la realidad los equilibrios de poder son prácticamente inexistentes, y la sociedad es políticamente débil. México tiene déficit de organizaciones no gubernamentales, algunas de las existentes pertenecen a los partidos políticos, otras son membretes y las otras carecen de apoyo societario, así que la acción de las verdaderas representaciones societarias es muy limitada. Cuando se decidió “ciudadanizar” los organismos de control y equilibrio, se hizo a la mexicana y la corrupción distorsionó la iniciativa, con lo que el déficit legitimador se agravó, porque la sociedad se veía desplazada.

Se gasta una fortuna ciudadanizando instancias de equilibrio político, los malos resultados desprestigian a la sociedad y generan mayor deterioro del Estado. Los ciudadanos retroceden y quedan inermes ante la política. Esto es una combinación ruinosa para el avance democrático.

 

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