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1793 11 Marzo 2015

 

 

Fórmula mágica para hacer invisible la Escuela Álvaro Obregón
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- Ahora le toca el turno a la Escuela Álvaro Obregón. Este singular edificio de Monterrey será dañado visualmente con la construcción de la Línea 3 del metro. Una edificación histórica que identificó a la capital de Monterrey por décadas; un símbolo urbano muy superior a muchas obras artísticas recientes, quedará oculto por moles de concreto, cables y vagones que cruzarán constantemente la avenida.

Ciudadanos como el director de teatro Luis Martín han puesto el dedo en la llaga: un crimen arquitectónico impune, amparado en el supuesto mejoramiento urbano; unas autoridades incompetentes que desconocen la historia y peor, que saben de urbanismo lo que un delincuente de ética ciudadana. Y más: ¿cómo es posible que la UANL hubiese aprobado el proyecto? ¿Se le pidió su punto de vista?

En Monterrey son pocos los intentos de regeneración urbana, y cuando los operan, suelen ser fuente de corrupción. No se atienden las relaciones socioculturales que deben acompañar estos procesos. La zona que circunda la Escuela Álvaro Obregón podría ser un laboratorio envidiable de gentrificación, es decir, de revitalización de sectores antes degradados que ha funcionado muy bien en barrios como Hoxton, en Londres, distrito abandonado a la delincuencia que ahora es zona artística, combinada con el respeto a las tradiciones que preservan sus vecinos obreros. Incluso la detonación de inversiones inmobiliarias ahí es un efecto colateral benéfico. Igual podría tomar como ejemplo norteamericano Brooklyn (que curiosamente conocí antes y después de su rehabilitación urbana) y Brixton, un barrio marginal londinense que bien pudo ser escenario de las novelas de Charles Dickens y que hoy es modelo urbano.   

Pero en Monterrey la mutación de espacios públicos generalmente actúa para mal. Esto, al margen de que el alcalde sea de extracción panista o priista. Los barrios del centro se hacen viejos en paralelo a sus vecinos. Y los espacios que se vacían vuelven a poblarse ahora por cantinas, table dances, salas de masaje, talleres, locales en renta permanente, incluso por casas de seguridad. La calle Villagrán es sólo una muestra de la descomposición a donde puede llegar una zona que antes representó buen cine, restaurantes de mariscos, tepacherías, cabrito e incluso revisterías donde muchos nos nutrimos de comic ahora de culto.

Una diferencia positiva puede ser el barrio antiguo de Monterrey. Su revalorización cultural es evidente, a pesar de que la línea del metro provocará, si se descuida, más suciedad, comercio ambulante y ruido. Sin embargo, es probable que con incentivos fiscales, modificación de normas de uso de suelo y proyectos de gobierno que sigan estimulando la detonación cultural y artística, el barrio antiguo recobre en un par de años su esplendor de antaño.   

Con todo, el cambio de autoridades municipales no ayudará a continuar la planeación urbana (si es que existe alguna) y la única herencia que recibirá el nuevo ayuntamiento es la desaparición visual y hasta física de símbolos como la Escuela Álvaro Obregón.

No he escuchado quejas y menos alternativas de solución de parte de ningún candidato a cargo de elección popular, tan ocupados ellos en publicar lugares comunes, frases huecas y hasta estupideces en sus brevísimas propuestas (sic) de campaña.

Más valiosas son las opiniones aisladas de ciudadanos como Luis Martín, que las tomas de posición de todos estos políticos, en su mayoría analfabetas funcionales.

 

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