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1793 11 Marzo 2015

 

 

Imperativos de la sobrevivencia humana
Samuel Schmidt

 

Ciudad de México.- Yehezkel Dror habla de los imperativos para la sobrevivencia de la humanidad a los que se enfrentan los políticos en una época de metamorfosis, que yo agregaría, pasa actualmente por una turbulencia poco entendida, que está recomponiendo la geografía en muchos lugares, está acompañada por una enorme violencia y peligros de destrucción masiva que pensábamos habían desaparecido.

Esta falta de entendimiento propicia decisiones inadecuadas que muchas veces atacan cuestiones secundarias suponiendo que son fundamentales. Falta energía en el mundo para frenar la locura nuclear que está llegando a varios países en el mundo; las armas se construyen para usarse y cuando el constructor tiene visiones expansionistas y destructivas, frente a nosotros se construye un escenario desastroso.

Parte del problema son los políticos cuya visión se nubla frecuentemente por apetitos inadecuados para su condición de dirigentes, ya sea que traten de manipular su paso a los libros de historia, o que quieran saciar su apetito de riqueza y grandeza, aunque esta última esté falsamente entendida.

Una de las cuestiones a las que se enfrentan los políticos son los imperativos morales y jurídicos, los que deben enfrentarse adecuadamente; para esto los políticos deben evitar caer en la trampa de pensar que los mitos y creencias son obra divina. Noah Harari aclara muy bien que hay un cuerpo de ideas, principios y valores imaginados, los que el político debe poner en su justa dimensión y no justificar la toma de  decisiones en base a nociones esotéricas. Son muchos los políticos supersticiosos y que acuden a magas, adivinas y otros personajes que alejan a la política de la ciencia y lo racional llevándola al mundo de lo irreal.

El que muchas de estas creencias sean producto de la imaginación históricamente construida, provoca que se llegue a confundir lo moral con lo jurídico, pensando que se acierta; pero hay que tener cuidado, porque en ocasiones un acto puede ser legalmente correcto y moralmente perverso, o viceversa, moralmente correcto y jurídicamente incorrecto.

En un asunto de la mayor importancia para la humanidad, me viene a la mente el asunto del agua en el mundo y especialmente en México.

Se ha construido un discurso de la escasez que facilita que el manejo del recurso se privatice y venda a precios exorbitantes. El agua embotellada produce un margen de ganancia de 5 mil por ciento en muchos casos, lo que ha sido posible porque alguien pudo apoderarse del agua, meterla en un envase y cobrar por ella una fortuna. Esto ha sido acompañado de una campaña sin soporte científico de que hay que tomar mucha agua al día, y ahí vemos a la gente cargando botellitas de agua a todas partes, mientras que los bebederos públicos han desaparecido. Esta agua embotellada ni siquiera es mejor o más sana que la entubada, merma la economía individual y arruinó a muchas comunidades al despojarlas del agua y de paso genera un problema ambiental que todos debemos subsanar.

En México se discute una ley de aguas que parte de las mismas premisas: el agua es escasa y su control se debe transferir al sector privado, el mismo que ha causado desastres ambientales ahí donde fue a apoderarse del agua para embotellarla. La nueva ley facilitará el control privado del agua, no corregirá que se venda carísima, no corregirá las fallas metodológicas de análisis del agua y al hacer esto, no permitirá formular una política de agua adecuada y negará que el recurso cumpla con su función de ser un derecho humano como estipula la constitución. En cambio, se usará para técnicas de explotación de hidrocarburos que dañan el ambiente.

Según los geólogos, hay agua en el mundo, con posibilidad de encontrarla en el subsuelo, pero para eso hay que mejorar los métodos de búsqueda, que en México son caducos e inadecuados, porque fueron generados hace unas seis décadas.

Es imperativo invertir en las búsquedas científicas de agua para asegurar que se le provea a la sociedad con un recurso fundamental que garantice un desarrollo sano y sustentable y junto con éstas hacer el esfuerzo por encontrar formas alternativas de generación de agua potable, como la desalinización (el argumento de carestía del uso de nuevas tecnologías es falaz, porque más caro es el resultado de no tener políticas adecuadas); en el terreno del consumo se deben mejorar las políticas de saneamiento, de reuso, y de manejo de las aguas utilizadas.

Garantizar concesiones por décadas para que se haga negocio con el agua en detrimento de la sociedad, no asegura un manejo adecuado del agua, aunque logra que el gobierno se excluya del manejo de un recurso esencial. Si es un tema de seguridad nacional, la responsabilidad para su manejo es del estado.

Hay que formular una buena política de agua, acompañada de una buena ley; una sin la otra no funcionan.

 

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