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1795 13 Marzo 2015

 

 

Amor entre balazos
Hortencia Delgado Flores

 

Monterrey.- Policía de Ciudad Juárez, del maestro Miguel Ángel Chávez Díaz de León (Ciudad Juárez, Chih., 1962), pareceuna novela policiaca, pero en realidad es una novela amorosa, ambientada en ese medio: el agente Pablo Faraón González está enamorado de Ruth Romo, su compañera de trabajo.

Su trabajo consiste en delimitar la escena del crimen con listones amarillos. Aunque es una labor indispensable para la investigación de los hechos delictivos, todos, compañeros y jefes, consideran que es un trabajo humillante. Incluso, a su equipo lo llaman la Brigada Listón y a él: El Comandante Amarillo.

La novela da cuenta de toda la masacre llevada a cabo por dos grupos que se pelean el dominio de la ciudad. Pero el combate contra la delincuencia organizada es nulo o muy limitado debido a que la raíz de la corrupción está muy incrustada en los cuerpos policiacos: “Desde los altos mandos hasta los coordinadores de sector que andábamos a patín, todos recibíamos un pago, algunos más que otros, pero a todos nos roza (la corrupción). Hasta a los cadetes que ni siquiera se han graduado de la academia” (p. 35).

Incluso el propio agente Pablo Faraón no es ajeno a la corrupción: cada mes recibe un sobre con quince mil pesos y hasta se robó una Harley Davidson que encontró abandonada. Y todavía exclama el muy descarado: “¿A quién le dan pan que llore?” (p. 34).

Como se ve, Pablo Faraón no se preocupa por esas cosas: él es feliz porque trabaja con su amada Ruth Romo, porque le asignaron una camioneta Land Rover y porque no para de comer su afamado huitlacoche: “Lo que escuché fue música para mis oídos. ¡Estaba a punto de comer huitlacoche!” (p. 39), “De inmediato el buqué del hongo del maíz abarrotó mi boca y se extendió por todo mi paladar. Mi lengua fue la primera en sentir su delicadeza. Dejé que mis papilas gustativas se deleitaran con el manjar” (p. 40).

Pero toda esa banalidad se complica cuando el jefe operativo del cártel Paso del Norte, un individuo apodado El Atoto, le pide ayuda para que convoque a los miembros del otro bando, los liderados por el Chavo Gaitán, para pactar una tregua: ya sea para dividirse la ciudad o turnársela: “ya queremos que pare todo este desgarriate. Esto no nos conviene ni a los del Chavo ni a nosotros los de La Regla. Ya nos chupamos Juárez, no hay lana, la plaza está boqueando” (p. 82).   

Eso coloca al agente Pablo Faraón en el ojo del huracán. De ser casi un espectador se convierte en protagonista a quien sus propios compañeros respetan al saber que se ha entrevistado con El Atoto, y que podría tener información valiosa para detener el baño de sangre que azota a la ciudad.
Esto lo aprovecha Pablo Faraón para tratar de localizar a la hijita de Ruth Romo, desaparecida cuatro años atrás junto con su padre y esposo de su ahora compañera (el capitán Alderete, involucrado como todos en la espiral corrupta que sacude a Ciudad Juárez). Al final hay una esperanza de que la niña esté a salvo.

El estilo directo, descriptivo y humorístico del autor permite disfrutar esta obra que, de otro modo, con toda la violencia imperante, sería intolerable, pues como dice Pablo Faraón: “Empezamos poniendo la cinta amarilla una o dos veces al día, hoy lo hacemos por lo menos diez veces al día” (p. 9).
Esta novela no podría considerarse dentro de la corriente de la narconovela pues aquí el tema de las drogas es parte del entorno y no se profundiza en su producción, distribución, venta, control de mercados, consumo y reciclaje de estupefacientes, ni cómo funcionan los grupos, llamados cárteles, que controlan ese mercado.

 

* Miguel Ángel Chávez Díaz de León. Policía de Ciudad Juárez. México, D.F.: Edit. Océano, 2012. 152 pp. (Colec. La Puerta Negra.)
  

 

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