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1843 20 Mayo 2015

 

 

Bronco mulo
Joaquín Hurtado

 

Monterrey.- No veo en don Jaime Rodríguez un voto bronco sino un voto mulo. Lo mulo es más regio. La bronca del voto mulo que pasa por la gubernatura es que nadie le entiende. Lo bronco es apenas un ardid, un recurso extremo para alcanzar la atención, los foros, las primicias en el tironeo del poder. Pirotecnia verbal que se autoaniquila.

El voto mulo es una llamada, una señal, un signo de mayor calado. Requiere saliva y mucha paciencia humana para desenredarlo.

Don Jaime sabe perfectamente que de saliva e histrionismo no pasa el escándalo que sus tronadoras declaraciones desata. Lo mulo, en cambio, es una actitud más radical. Mucho más valiosa…y peligrosa. Veamos.

El voto mulo tiene una mirada guasona, curiosa, humilde. El mulo como personaje del noreste tiende a explorar, estudiar, pensar, ingeniar nuevos caminos para conquistar el mundo. El mulo está siempre consciente de su propia mentira porque ha sorteado inauditos peligros y tragedias, aunque pocos le crean. Mantiene el gesto socarrón, díscolo, ingenioso, como arma secreta en su ánimo desolado.

Ya pisó el infierno. Sabe que todo deviene ganancia. El mulo tiene una sonrisa indolente y fluye ligero con pasito chiflador. El mulo es mucho más cercano al ciudadano de a pie, el sujeto de carne y hueso, que le piensa mucho antes de quemar sus naves con acciones temerarias. No necesita el caos, ahí no tiene nada que ganar, por eso va con su alzada de animal orgulloso y pajarero, cuando le da la gana.

La cualidad del político mulo es que sabe leer perfectamente las señales del tiempo, por eso ni se despeina cuando lo agreden. Adeptos mulos sobran en la lista nominal, muchos son bases del oficialismo, mulos de closet pues,  ahítos de los guiones siniestros.

Hay hiperinflación de promesas para electores con déficit de atención. Dominan las realidades subjetivas en la era del Facebook. El mismo Jaime es ejemplo vivo de un idealismo insolente. Lo mulo es su antídoto metafísico. Lo mulo es la verdadera fuerza, el distintivo personal de don Jaime, el Bronco, el quijotesco, el forastero venido de tierras polvorientas, el sospechoso. El voto mulo es su marca insuperable.

Lo mulo está en el comportamiento de la bestia caprichosa que no se mueve ni con garrotazos. Después de todo, la vida sigue y no soy imprescindible, parece decir el bicho. Mulo puede ser una mula, una dama, un viejo, un chiquillo, un candidato. Lo único que piden todos ellos es un poco de consideración.

Jaime tiene el toque mágico que alebresta las ascuas de la grilla gastada y mantiene al gentío maravillado. Todos saben que el sistema está muerto. Viva el Bronco. Don Jaime, gane o pierda la elección para gobernador, ya mostró las entrañas del Leviatán que yacía bajo el puerco paisaje del juego político nacional, atiborrado de fritangas intragables a precio de manjares. Lo mulo del Bronco reside en su osadía. Quebró los espejos mentirosos de los parásitos enquistados en las nóminas que sobreviven gracias a chantajes, amenazas, impunidad, uso discrecional de las arcas, acarreos y violencia.

El voto bronco se anuncia antisistema. Yo insisto en que lo mulo es la estrella que alumbra el camino hacia Damasco de don Jaime. Es una de las experiencias más felices en las befas  predecibles de estas amargas luchas en lodo. Atento a la siguiente mentada, se aviva la atención del respetable. Crece la fábula del que venía con todo en contra y ya se metió hasta la cocina.

Veo en su campaña inexplicables adhesiones, entusiasmos insinceros, apoyos concitados por el mulaje encabronado. Y mucha rabia enamorada entre los mercenarios disfrazados de opinólogos. La campaña del mulo bronco es el prototipo de un liderazgo sostenido con recursos frugales. Con puras tripas y bofes para ser exacto. Para obtener el triunfo en las intenciones de voto a un mes de las elecciones, parece que no le hicieron falta los dineros a manos llenas que disfrutaron sus contrapartes.

Evidencia: la democracia no cuesta tanto. ¡Horror! Tiemblan los burós políticos de las sanguijuelas y sus corifeos en el poder. Mulo candidato. Don Jaime se declaraba bronco nomás. Pero yo no le creí. Un bronco destruye a lo pendejo. El mulo cede y aporta, obsequia sus bienes intangibles a la polis: don Jaime demostró que la estructura partidista ya no vale queso. Hizo jirones al fetiche, ya no nos hace falta.

El ejemplo debe cundir. El país contiene la respiración en espera del día D, el del sufragio. Sudan las frentes laureadas, alzan la ceja los oligarcas afianzados a la chiche.

Mulo y recontramulo el Bronco que hizo posible poner en jaque al Partido. Tardará en morir del todo. El Partido es una variable aritmética al modo de los corporativos en pugna. Al rato sacan otra versión más reforzada. ¿Responderemos con un Ultramulo?

Hoy amanezco con la noticia de que la Lógica Electoral planeó gigantescos palacios piramidales, pero se acaba de dar cuenta que el plan maestro cayó  en manos de un pastorcillo deslenguado. Nadie sabe para quién trabaja.

Lo pequeño deviene a más, renace el héroe en el firmamento de los enojos sociales. El pícaro con algunas luces y registro verbal machín le toma la palabra a las melodías partidarias para subvertirlas y hacerlas papilla. Ridiculiza la seriedad y acartonamiento de las viejas usanzas del taloneo por el Poder.

Cunde el pánico y aparecen las estrategias vengativas. Se amarran los finos hilos a las navajas en los límites del redondel. Caen los prejuicios narrativos del partidismo, lo bueno y barato es posible. Ha nacido el Solovino, despreciado y discriminado, que viene por la princesa en caballo de hacienda.

Hay júbilo en el pueblo. Estas elecciones van a poner a nuestra envilecida nación a bailar un vallenato muy sabroso, todas las candilejas del espectáculo para un desharrapado sin alcurnia. Pura ganancia. La costra guarda el palo, no al revés. Lo esencial se asoma traslomita. Las redes sociales ya vibran con la epopeya del que venía por un besito y ahora va por todo el reino. Hay vida más allá del oro de la silla. Qué mula anda por acá doña democracia que se entregó feliz y por casi nada al Bronco mulo.

Yo ya lo esperaba. La verdad ya me hacía falta una narrativa apegada a lo que dicen los cánones de Heródoto. El que aprendió a ver en la oscuridad del tiempo. El voto bronco es un romance perfecto donde lo leve es gigantesco gracias a la voluntad divina o a la conjunción estelar, vaya usted a saber. Pero hay drama, hay héroes y villanos, hay belleza y sudor en el cuento sin fin de las ilusiones humanas.  Lo trágico y más sabroso de un cuento se desata ahí donde aparece el dato de que falta algo.

El voto mulo resuelve magistralmente esa antinomia, esa cosa bárbara de la riqueza que se oculta en lo faltante, que es lo que mueve al universo. El voto mulo le da sentido a mi mula resistencia. A esa maña de decir no por decir no. Donde haya una afrenta que reparar, una venganza por ejecutar, hasta la criatura más pequeña se convierte en deidad.

El sátrapa está aterrado. El voto bronco es muy valioso para usarlo sólo como instrumento de revancha. El voto mulo es el sello más real de la regia cultura de tercos, derechos, felices y jaladores de la que se ufana el nuevoleonés. Confiemos en que el taxista remolón sabe lo que necesita, como el más mula de los millonetas. Ni modo de engañarnos, la ciudad se cae a pedazos.

 

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