Suscribete

 
1846 25 Mayo 2015

 

 

Deshacernos de quienes están en política para forrarse
Joan del Alcázar

 

Valencia.- Estas líneas están escritas el día en que estamos convocados a las urnas, la fecha en la que millones de personas estamos citadas con nuestra responsabilidad de participar en la elección de aquellos a los que tenemos que confiar la gestión de la cosa pública.

En un artículo reciente, el escritor y periodista mexicano Samuel Schmidt escribía a propósito de la situación política de su país, más concretamente sobre el problema de la abstención electoral. En este sentido, decía que la sociedad mexicana no tiene la culpa del nivel ruinoso en el que la acción de los profesionales de la política ha llevado a la armonía social, al hecho que los partidos contratan delincuentes para reventar mítines de sus contrincantes, al hecho que los candidatos se ensucien de excrementos como estrategia de campaña, porque cuando el proceso electoral finaliza, esos mismos cargos políticos toman asiento y pactan tranquilamente cómo repartirse la hacienda pública y el tráfico de influencias. La conclusión de Schmidt es lógica: el enemigo no es la abstención, es la mala política.

A pesar de que las distancias entre la realidad política mexicana y la nuestra es inmensa, tanto en cuanto a la violencia vinculada a la industria del crimen como en cuanto al funcionamiento de las instituciones, conviene ser conscientes de lo que han resultado en otras latitudes los efectos de aquello que llaman adelgazar el Estado [es decir: los recortes en el gasto público y subordinarlo todo al maldito equilibrio presupuestario] y dejarlo todo en manos de los mercados, de convertirlos en la medida de todas las cosas. No es la primera vez que hablo del peligro de latinoamericanización de los países del sur de Europa, en sintonía con el concepto de brasileñización, con el que nos advirtiera el desaparecido Ulrich Beck. El sociólogo alemán insistía en el pavoroso estigma de la desigualdad que afecta, por ejemplo, a las sociedades de América Latina y en el peligro de su réplica en nuestra Europa. Es desde estas coordenadas que citaba a Samuel Schmidt, ahora que acabamos de dejar atrás una campaña electoral sucia hasta decir basta.

También en nuestra tierra ha circulado por las redes sociales una sentencia referida a la pandemia de corrupción que sufrimos. Decía así: “No es la política la que hace convertirse en ladrón a un candidato. Es tu voto el que hace a un ladrón convertirse en político”.

Hay que tener muy en cuenta, pues, la importancia del voto. También hay que ejercerlo inexcusablemente. La abstención es un grave incumplimiento de las obligaciones básicas del ciudadano. A mi parecer, la más importante decisión que la ciudadanía tiene que hacer explícita en esta fecha es si actúa o no en contra del partido político hoy por hoy mayoritario, que es poco más que una agrupación de corruptos, que una red de delincuentes que descubrieron que la cueva del tesoro no era otra que el erario público. Obviamente me cuento entre los partidarios de expulsarlos por siempre jamás de la gestión política y espero que mi posición resulte aplastantemente mayoritaria.

Dentro de pocas horas lo sabremos. Veremos, en primera instancia, si hemos sido capaces  de reducir sensiblemente el peligro de la abstención del que desde México nos advertía Samuel Schmidt y, en segundo lugar, si hemos sido o no capaces de sustituir a los corruptos por gente honesta que no está en política para forrarse.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com