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1865 19 Junio 2015

 

 

LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
Nuevo régimen político
Edilberto Cervantes Galván

 

Monterrey.- Debido a la premura con la que se legislaron las denominadas reformas estructurales y el nuevo marco jurídico electoral, muy poco tiempo hubo para analizar las consecuencias previsibles. Con las elecciones del domingo 7 de julio se inició un nuevo régimen político: se abrió paso a la reelección en cabildos, congresos locales y congreso federal (diputados y senadores).

Es un cambio de gran trascendencia, no sólo porque la no-reelección fue una de las principales banderas del movimiento armado iniciado en 1910 sino también porque modificará la forma de hacer política.

Quienes aprobaron la reelección argumentaron que era la mejor forma de “empoderar” a los ciudadanos, ya que si el político que busque la reelección no logró buenos resultados en su gestión los ciudadanos votarán en su contra y no le permitirán seguir en el poder. Eso no es tan cierto; en democracias maduras como las de Inglaterra y los Estados Unidos está demostrado que el político que está en el cargo y busca la reelección tiene una gran ventaja sobre cualquier oponente (no importando qué tan buena o mala haya sido su gestión). Los “congressmen” americanos y los “members of parliament” ingleses se reeligen de manera indefinida; algunos mueren en el cargo: otros ocupan por décadas las mismas posiciones en los comités y comisiones. En cada proceso electoral reciben el apoyo de las empresas, o grupos de interés, que se pueden ver afectadas o beneficiadas por la legislación que promueven. El “lobbying” es abierto 

En esas condiciones, los políticos en el cargo tienen mayor capacidad de negociación frente a sus partidos y llegan a personalizar sus posturas y trabajos legislativos.La mayor capacidad de negociación de los legisladores y alcaldes frente a sus partidos, gracias a la reelección, se ha querido equilibrar con la disposición de que la postulación para la reelección la tendrá que aprobar o realizar el partido que los llevó al cargo.

La reelección aprobada en México no será ilimitada. Con las reglas anteriores, los políticos sobrevivían hilvanando candidaturas a puestos de elección, de tal suerte que de una diputación local se podía pasar a una diputación federal y después a una senaduría, luego a una alcaldía, si no es que a una gubernatura y va de nuevo. De esa forma la longevidad de los políticos y políticas mexicanos ha sido considerable, aún sin la reelección. Ahora ya no habrá necesidad de chapulinear, tanto.  

El lobbying o cabildeo se empezó a utilizar en México hace poco tiempo, sin mayor reglamentación. Hace unos años, por ejemplo, fue reconocida una “telebancada”, como expresión y participación directa de un grupo de interés en los procesos legislativos. En el nuevo régimen lo más probable es que la “industria del lobbying” se desarrolle aún más, con el claro conflicto de interés que se produce. La práctica legislativa que dio lugar a los llamados  “moches” en la asignación directa de recursos presupuestales a gobiernos municipales es otra cara del lobbying o de la corrupción.               

En el México de principios del siglo XX la no reelección llegó a ser una demanda nacional después de que Porfirio Díaz y su grupo se mantuvieran en el poder nacional por casi treinta años. Se hicieron viejos en el gobierno y no había elecciones que los sacaran del cargo. Esta perpetuación de una élite en el poder va en contra de la renovación y el cambio generacional. En un país como México, en el que se reconoce un “bono demográfico”, con una gran proporción de gente joven, la reelección inhibirá la incorporación de las nuevas generaciones. Ahora habrá “ninis” con tres deficiencias: sin escuela, sin empleo y sin oportunidad en la política. ¿A dónde vamos a dar?   

En el actual escenario pos-electoral, nadie se ocupa ni se preocupa por la reelección y lo que está por venir. Pero en menos de dos años éste será sin duda un tema de interés crítico.

El otro cambio, que abrió cauces a la acción político electoral, es el de las candidaturas independientes. En operación por primera vez, en el reciente ejercicio electoral, fue notable la falta de regulación y de criterios para orientar las acciones de candidatos y simpatizantes. Llama la atención la indefinición del tope de gastos de campaña que se mantuvo hasta días antes de la jornada electoral. La asignación de dinero público a las candidaturas independientes es un tema que merece revisarse. Entre la falta de definición en materia de regulación y la necesaria improvisación que implica una campaña, la experiencia reciente de los candidatos independientes merece analizarse.

Sin caer en la exageración de quienes señalan que ya no se necesitan los partidos, conviene perfilar medidas que faciliten una participación de los independientes en mejores condiciones de equidad. Habrá que ver si los candidatos independientes  responden a una coyuntura singular o bien si como dicen algunos analistas la reforma que abrió el paso a los independientes es una reforma con la que el Presidente Peña Nieto quiere hacer historia en serio.

Otro aspecto a calibrar es el trato que se va a dar en los congresos a los diputados independientes. ¿Se mantendrá la práctica de dar reconocimiento y dinero a las “bancadas” de los partidos? ¿Se les tratará como una “bancada independiente”? Tal vez convendría impulsar una evolución de las prácticas partidistas en los congresos. El PAN cuando era oposición leal denunciaba y se quejaba de que los diputados priístas votaban en bloque y por consigna; pero en cuanto hubo más de un diputado del PAN en el Congreso la práctica priísta fue adoptada por los panistas sin ningún rubor. El “mayoriteo” es práctica finamente aceptada por todos los partidos. Sería bueno recuperar la aspiración democrática de que cada diputado vote en razón de lo que es mejor para la sociedad y la nación y no del voto en bloque o por consigna partidista.

Las reformas político-electorales en México, que han establecido un nuevo marco jurídico casi cada seis años, se habían justificado en razón de deficiencias que se presentaban en el control y apego a la ley por parte de partidos y candidatos: se trataba de evitar abusos y tomas de ventaja en las campañas. Pero ahora, al establecer la reelección y abrir la puerta a los independientes es ir un poco más allá o un mucho más allá.

 

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