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1871 29 Junio 2015

 

 

Fragmentos de una aventura electoral
Ernesto Hernández Norzagaray

 

Mazatlán.- Si las elecciones federales del pasado 7 de junio se caracterizaron por la fragmentación del voto es evidente que se tornan indispensables las coaliciones electorales para la elección presidencial de 2018.

Ningún partido con lo alcanzado puede aspirar a ganar solo la siguiente elección. El PRI, el partido más votado escasamente rascó el 30% de la votación emitida y el PAN un poco más del 20%. El resto está distribuido en seis formaciones políticas y un candidato independiente. Ciertamente las elecciones presidenciales son diferentes de las intermedias, aquellas convocan más y estas a lo sumo sirven para calificar al partido en el gobierno.

Entonces hay considerar otras variables sociopolíticas si quiere tener una idea más precisa del momento. Para empezar el contexto de la elección y sus posibles efectos en las regiones electorales. Así, aunque, en la pasada elección el país parecía estar en llamas no tuvo su correlato el día de la jornada electoral.

La gente, aun en las regiones donde estaban encendidos los focos rojos porque se quemaban las boletas electorales, salió o la llevaron a votar en el 99.95% de las casi 148 mil casillas electorales instaladas en todo el país.

El voto duro de las grandes formaciones tendió a realinearse y algunos partidos pequeños lo capitalizaron sorprendentemente. Basta ver cómo el PVEM, o el MC, han incrementado su representación en la Cámara de Diputados. O, cómo Morena, de entrada ha logrado tener una fracción parlamentaria de 23 diputados.

El juego de suma cero, donde lo que gana uno lo pierde el otro, obliga a qué todos los partidos vayan pensando en su propio sistema de alianzas si es que quieren conservar o aumentar su cuota de poder. Ante todo por la amenaza del voto útil que aparece en sistemas altamente competitivos y podría terminar afirmando un sistema de bloques.

La política electoral en sistemas presidencialistas con escenarios muy competidos llama a la suma de los más o menos similares. Por ejemplo,  está la alianza que con más éxitos, que fracasos, sostenida por más de una década entre el PRI y el Verde.

Y aunque parezca, que quien más gana es el Verde pues en los últimos seis años pasó de tener 21  a 47 diputados; el PRI gana de otra manera apoyando las políticas de Peña Nieto que no puede prescindir de una mayoría absoluta basada en alianzas permanentes o coyunturales.

Quizá, el problema lo pudiera tener el PAN en el dieciocho, que aun cuando ha demostrado que  puede ganar sin alianzas la Presidencia de la República, cada vez tiene menos votantes. En 2012 obtuvo el 25% y ahora solo el 21% de la votación emitida. Además de tener 143 diputados en 2009, ahora tendrá sólo 108.

Entonces, el PAN deberá tener claro con quién o quiénes buscar la Presidencia de la República. El problema de este partido es con cuál o cuáles partidos podría generar una candidatura y una plataforma común. Su último intento fue con el Verde en el 2000 y terminó fatal, pese a la llegada de Fox a la Presidencia.

Los desencuentros entre ambas formaciones fueron motivo de todo un escándalo mediático y en el 2006 ya fue solo. Y ganaron “haiga como haiga sido”, como diría en una entrevista televisiva Felipe Calderón.

Se puede argumentar  que el PAN ha tejido alianzas con otras fuerzas en comicios locales, como las ocurridas en 2010 en Puebla, Oaxaca, Sinaloa, Durango, Hidalgo y Quintana Roo, y que podrían reeditarlas sobre todo con un PRD que ve desaparecer franjas importantes de sus votantes fieles y que ahora necesita una tabla de flotación electoral que parece difícil por la izquierda.

Y es qué López Obrador dijo que Morena no haría alianzas con el PRD y más recientemente Dante Delgado, líder de Movimiento Ciudadano, ha dicho que su partido participara con su propio candidato en el 18. Y si a eso le sumamos la desaparición del PT, los márgenes para establecer alianzas de izquierdas son limitadas. Aunque, claro, todavía hay tiempo y los políticos tienden a cambiar de opinión para elevar sus oportunidades de triunfo.

Más ahora cuando los resultados electorales legislativos son contundentes para ambas formaciones. Y, aunque, hay quienes festejan los 23 diputados que alcanzó Morena por ser un buen debut al mismo tiempo y hay quienes deploran los 56 diputados que tendrá el PRD en esta legislatura, lo cierto que sumados estos logros alcanzan 79 de los 104 diputados que alcanzó el PRD en 2012 llevando a López Obrador como su candidato presidencial. Algún partido recogió esa diferencia de electorado. Y, entonces, si no se quiere acentuar esta caída de la izquierda se hace indispensable su unidad por encima de las diferencias y agravios.

Salvo, claro, que estos partidos estén pensando menos en sus propias fuerzas y más en apoyar candidatos independientes fuertes como sucedió con MC en la elección de gobernador de Nuevo León.

Ahora bien, quizá el problema o la oportunidad de nuestro sistema de partidos, es que todos sus integrantes se están haciendo tendencialmente pequeños. Y ese proceso de fragmentación y compresión del sistema de partidos hace más necesarias las alianzas electorales.

Y con ello, la imperiosa necesidad, de reformar la ley para legislar sobre la segunda vuelta donde los dos partidos más votados compiten entre sí para que el ganador tenga mayor legitimidad y control político.

No olvidemos, además, que la reforma constitucional de 2014, en el marco del Pacto por México, incluyó la figura de gobiernos de coalición para estimular la colaboración entre ambos niveles de gobierno.

Y ese podría ser el siguiente paso de la coalición electoral entre el PRI-PVEM, y la elección de este año estaría sentando sus bases con la postulación de cuadros priistas en el Verde.

No se trata de si tal o cual candidato llena o no el perfil deseado, mucho menos si es la reedición del llamado telepresidente, sino algo más que reclaman los tiempos que es garantizar gobiernos unificados capaces de lograr gobernabilidad y estabilidad política.

Y una cosa es clara, el Verde no aspira a la Presidencia de la República, sino a sostener sus privilegios, la apuesta mercadotécnica de Manuel Velazco, el gobernador chiapaneco, quedo estancada en esa boda espectacular de la catedral de San Cristóbal de las Casas, y no se habla más, aun con sus resultados electorales asombrosos en uno de los estados más pobres del país o quizá por eso.

En fin, el partido que no esté en la lógica de coaliciones para el 2018, podrá obtener y hasta alcanzar representación en el congreso federal, pero una escasa influencia en el diseño de la agenda de gobierno.

La fragmentación de partidos y votos revela un nuevo escenario y recomienda a los partidos a una lectura en clave de riesgos y oportunidades en las nuevas aventuras electorales.

 

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