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1881 13 Julio 2015

 

 

El des-ocultamiento del bárbaro
Joaquín Hurtado

 

Monterrey.- El Chapo no se fugó, no se fue a ninguna parte. A dónde tendría que ir quien ya está en todo lugar, domina el don de la ubicuidad.

El barón se encuentra no en el espacio sino en el tiempo, en todas las posibles configuraciones del escándalo histórico mundial. Los evadidos somos nosotros.

El Chapo salió a lo franco del juego de sombras, donde radica su esencia. Nosotros ingresamos en sus cloacas. Y ahí seguimos.

Nos retorcemos de la vergüenza por confiar en un servicio deficiente de seguridad y justicia. Deux ex machina: así funciona la obra del Chapo glorioso, el que se burló del poder montando su propio sainete de fuga con lujo de relojería.

Escalofriante guión en busca de su autor. Quienes lo hacíamos en el resguardo de la cárcel, bajo la más alta vigilancia de un mundo de soplones electrónicos, caímos en grande estupor.

Vaya entrada triunfal del maestro de lo oscuro. Trae en una mano doblones de oro y en la otra un candil de infinita popularidad. Las armas letales lo custodian, las portan sus sicarios entrenados para la muerte. La ópera bufa nos cubre los ojos de espanto. Reía Lucifer cuando fue abolido de la Presencia, así se apañó con el puesto de Señor. Cayó para arriba.

La porfía del capo de capos abona nuestra fe ciega en el truco, la trampa, la magia que corrompe y debilita los sentidos. La impunidad del fugitivo deja abierto el drenaje del narcoestado. Renace lo prescindible de nuestra relación con la paz oficial. Campea la impunidad. Se agitan en su pesebre las yeguas del Juicio Final.

Cuando un alto miembro de la nomenclatura sexenal reseñaba con risa apenas contenida los detalles del magistral evento, El Más Buscado nos gritaba sin emitir palabra. El número del ausente se volvió tan insidioso como una nube negra, envolvió el territorio con su vapor tóxico.

Con cada explicación del funcionario comisionado, con cada palabra expurgada, con cada párrafo aséptico, con cada almena expuesta, con cada tontería exhibida, con cada ala presidencial fulminada, uno sentía que la patria se hacía añicos de a poquito.

Volverá la matriz violenta, pronostican unos entre balbuceos y muecas. Todo se sacudirá para quedar igual o peor, se lamentan otros. Y reconstruimos en la imaginación las estaciones del escape. Algo nos recuerda que no hay obstáculos para la necesidad poética de mear a cielo abierto.

Sin blindaje que soporte la degradación del lenguaje no hay antídoto para el veneno del verbo solemne. El des-ocultamiento del Chapo hacia el espectro noticioso ampara el triunfo del pueblo sediento de imposibles.

El que el presidente no cancelara de inmediato su viaje a Europa es en realidad indiferente. El daño ya está hecho. Por ese agujero mecanizado se esfumó también la idoneidad política de su mandato. La ausencia de la investidura presidencial en el novelón del narco magnánimo, en todo caso, nos llenó de bochorno y lástima violenta.

Mientras no recapturen al adorable pillo seguirá ardiendo la mecha del escarnio social. La entrada del Chapo en los retretes de la libertad pone en escena la miseria del copete que pasea risueño en los bulevares de París.

 

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