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1883 15 Julio 2015

 

 

Joseph Pomper
Joaquín Hurtado

 

Monterrey.- Joseph Pomper, el Cónsul General de los EU, está por concluir su misión de tres años en Monterrey. Jamás lo conocí, nunca intercambié ni un saludo con él, ni siquiera he ido a renovar mi visa al consulado, pero seguí con interés su apasionado activismo gay.

Supe por comentarios y trascendidos periodísticos sobre su compromiso a la causa Queer.

Ahora va a la India, ese subcontinente complejo y mágico como nuestro México.

Su partida deja un hueco muy difícil de allanar en los machistas círculos de la política local y global. Deja una ciudad más abierta y mejor encaminada en sus andanzas a favor de la inclusión, la pluralidad y la erradicación de los crímenes de odio. Su trabajo diplomático fue mucho más allá de los discursos demagógicos y la seguridad de su oficina. 

Su actuación como representante de los intereses políticos, económicos y de seguridad nacional de Washington son asunto que sólo a él y su país competen, pero todo parece indicar que su profesionalismo es reconocido por sus superiores. 

Deja entre nosotros una simiente que germinó y se robustece por la acción de una colectividad insumisa, es la semilla del respeto a la diversidad sexual. Eso no es cualquier cosa para quienes conocemos la esterilidad de esta tierra ante todo lo relativo a la disidencia homoerótica.

Pomper es abiertamente gay. Lo dijo al llegar y lo repite cuantas veces se presenta la oportunidad. Su ejemplo ha generado un modelo favorable entre las familias angustiadas por tener a un gay en casa, deja un precedente ejemplar en nuestra cultura hipócrita y enferma de doble moral. Su acción rompió el armario donde se encerraban los prejuicios de una ciudad provinciana y medrosa.

El pudo haber optado por la discreción o el resguardo de su identidad sexual para su círculo más íntimo. Se negó a hacerlo, viene de un linaje de luchadores que saben que los derechos humanos no están ahí para adornarse con ellos, sino para vivirlos en carne propia, en el riesgo más absoluto.

El cónsul salió a la plaza pública a mostrar su orgullo como miembro de una minoría despreciada. Caminó codo a codo con amigos y conocidas en la homofóbica calle regiomontana. La marcha del orgullo gay que conmemora la revuelta de Stonewall lo tuvo como uno más de sus miembros. El cónsul del poderoso vecino del norte dio muestra de humildad y valentía personal en el solar regiomontano, que sin rubor alguno se ufana de su conservadurismo.

En los años noventa era impensable un acto de ese calibre. Recuerdo que en aquella época, junto a un puñado de personas de todos los colores del arcoiris, abrimos un frente comunitario para confortar y velar por los derechos humanos de las y los afectados por el vih/sida, y sufrimos la oposición de una comunidad ultra reaccionaria. Principalmente la ofensiva provino de la Iglesia, el gobierno en todos su niveles, los partidos políticos y las instituciones educativas. El consulado americano tenía una actitud distante si no es que hasta cómplice.

Varios chicos de la Uanl tuvieron que dejar sus estudios por su condición homosexual o vivir con sida. Sin ningún miramiento fueron expulsados por órdenes expresas de Rectoría. Nadie salió en su defensa. El tema de la diversidad es aún asignatura pendiente en la cueva del Tigre.

La discriminación apareció también en las aulas del Tec. Había una lista negra de todos aquellos profesores y alumnos sospechosos de homosexualidad, los chavos eran fichados porque habían sido pillados ligando en los jardines y baños. Los denunciaban a los directivos y ante sus padres, los echaban de la escuela. Eran tiempos de silencio, cerrazón y violencia institucional.

Joseph Pomper trabajó desde su trinchera por revertir estas prácticas y hoy puede ufanarse de haber promovido la creación de un grupo de reflexión y respeto LGBT nada menos que en el corazón del Tec, el otrora búnker antihomosexual más duro que yo haya conocido.

Joseph, el chico de Nueva Inglaterra, donde por cierto se respira un ambiente de elevada aceptación y tolerancia hacia los gays, debe saber que vaya a donde vaya en su carrera diplomática, ha dejado una huella imborrable en la memoria de quienes luchamos por una sociedad más abierta y democrática. Su nombre ya está en la historia. Thank you y buen viaje, Mr. Pomper.

 

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